Columna


Y la mamasantería

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

25 de noviembre de 2017 12:00 AM

El pecado ha sido compañía de todos los hombres en todos los tiempos. Hasta el propio Cristo lo reconoció, cuando a quien estuviese limpio de culpa lo autorizó a tirar la primera piedra. La conducta irregular va implícita en la condición humana. La carne es débil, la tentación supera todos los principios. El dilema radica en ocultar esos excesos o confesarlos. Claro que lo ideal es portarse bien y no incurrir en ellos.  

Según el Lexicón de Mario Alario, mamasanta se atribuye a mujer que comercia con su cuerpo y simula ser virtuosa. En todo el Caribe se utiliza el término con acepción mucho más amplia. Se refiere a aparentar compostura y santidad mientras la realidad no corresponde. Se presenta en diversos grados, desde la mentira piadosa por un pecadillo a los ocultamientos criminales. Es también un estado de alma. Posee a algunas personas que cuidan mucho las apariencias. Llega a ser tan detestable como la hipocresía y se desarrolla teatralmente con habilidad y mentira. También se da en este clima lleno de sol y de franqueza. Se produce en gente que pretende simular un comportamiento rectilíneo diferente al que en realidad observa.

La mamasantería es un maquillaje que intenta ocultar la debilidad humana, una mascarada que disfraza a alguien que oculta conductas censurables. 

Nuestra región se caracteriza por la franqueza, estilo directo y frentero. La endeble resistencia que tradicionalmente oponemos a las tentaciones de la carne, tipifica una personalidad que muchos confiesan resignados, pero también hay otros que la ocultan. 

Las voluptuosidades saturan el ambiente lujurioso. La permisividad y la tolerancia social a esa clase de pilatunas y desvaríos, hace innecesaria la mamasantería. Esta no es exclusiva propiedad del sexo femenino. En los hombres es tan frecuente o más. En otras latitudes son más exageradas las peripecias que se adoptan, para que esporádicas picardías eróticas no desdoren una respetabilidad simulada. Así continúan el proceso de deleitarse sin consecuencias adversas. Claro que una cosa es la cautela y otra totalmente distinta la enfermiza obsesión de llevar otra vida artificial.      

En el género masculino hay una alta dosis de descaro, pero igualmente confunden maniobras para ocultar episodios y continuar campantes en un sendero de mamasantería.   

Las complicaciones sociales aterran a muchos que creen tener blindada la confianza y buena fama. Han llegado al extremo del miedo a que se sepa de alguna aventura suya, que en otros condenan en público. Placeres y hábitos que seducen y desvelan. Más allá va la mamasantería. Algunos llegan a ridículos actos de excesiva santurronería que delatan censurables procederes.

La mamasantería tiene unánime repudio, pero todos alguna vez hemos caído en ella. El problema radica en la frecuencia y la gravedad del asunto.

abeltranpareja@gmail.com

 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS