No censuraremos al presidente Santos por pensar en vincular a la policía rural del Estado a quienes entreguen las armas, como culminación del proceso de paz. Lejos de descartar la iniciativa, preferimos aportar ideas pera mejorarla, hacerla racionalmente viable.
Para asignarle funciones de policía rural a los guerrilleros desmovilizados deben mediar decisiones previas para preparar o habilitar a esas personas para ejercer, eventualmente, su nueva condición, durante un lapso no inferior a tres años en escuelas de capacitación que dirigirían maestros especializados, para que reciban instrucción adecuada que les permita prestar responsablemente el nuevo oficio.
¿Cuántos serían los desmovilizados que podrían hacer parte del cuerpo de policía rural, después de capacitados? Se ha calculado que las Farc tienen 8 a 10.0000 hombres en armas, luego el plan debe tener como base esa misma cantidad para calcular el número de escuelas de capacitación, y por otra parte, para escoger los sitios donde funcionarían esos establecimientos educativos, cuyos costos podrían financiarse mediante la cooperación de gobiernos o entidades extranjeras que han demostrado interés en contribuir a consolidar la paz en nuestro país, después de que se aprueben los acuerdos.
La experiencia aconsejaría un plan que no se parezca al pactado con los desmovilizados de las Auc, pues en muchos departamentos afectados por el paramilitarismo un gran número de desmovilizados ingresó a las bandas criminales (las bacrím) en cuanto no fueron preparados o capacitados para ingresar a la sociedad civil, en la cual no supieron comportarse, sin que el estímulo del subsidio económico que habían recibido al desmovilizarse les sirviera para retenerlos en los escenarios de la paz. No hubo reinserción social alguna y en cambio hoy, en su gran mayoría, están a las órdenes de otros patrones del narcotráfico.
Repetir el error que se cometió, esto es, no orientar la desmovilización con capacitación educativa de los guerrilleros, sería insensato.
¿Nos escucharán en La Habana? Que las palabras (bien o mal interpretadas del presidente Santos sirvan, sin embargo, para poner los pies en la tierra. No juguemos a la desmovilización circunstancial o efímera, sino a una que permita hablar de una paz sostenible.
Quienes ven desde el exterior nuestro proceso de paz han hecho reflexiones en ese sentido, que no podemos despreciar.
PD. Hay que escuchar al presidente Uribe. No se puede marginar a este líder de la oposición del proceso de paz. Si el acoso político contra su partido tiene esa intención, se estaría cometiendo un error grave.
*Ex congresista, ex ministro, ex embajador.
edmundolopezg@hotmail.com
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