Columna


Y Pambele…;

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

27 de mayo de 2017 12:00 AM

Rodrigo Valdés fue coraje y pundonor, cordura y criterio. Alí tenía la gracia del intocable. Pero Pambelé fue la precisión, la distancia, la seguridad y el poder. Pegaba y no se dejaba pegar. Brilla aun comparándolo con Cassius Clay que ha sido  Júpiter del boxeo.

Momentos inolvidables vivimos ante el televisor en las madrugadas, cuando ante los públicos hostiles del oriente destruía fogosos y resistentes peleadores asiáticos. El país se levantaba bien temprano a una misa pagana de hombría y  patriotismo, después de un concierto de puñetazos certeros, el brazo en alto y el Himno Nacional. En la mitad de las dificultades nacionales reconfortaba el sentimiento patrio. 

El ídolo continuaba su carrera prodigiosa. El ritual de la lucha contra la pobreza, contra la muerte, pero sin hacerla necesaria. Ese pasar el plano de lo utilitario para conquistar el ámbito de lo sagrado.

Aquí, donde alguna vez preguntaron quién era “ese” que estaba con Petaca Rodríguez, y se trataba del presidente Ospina, Caraballo se dio el lujo de calificar a otro gobernante de Chichipati. Pambelé se codeó con presidentes y magnates. Era la atracción de las miradas y los sentimientos de admiración.

Fue más importante que todos. García Márquez, perverso y chispeante, decía a los Lleras, que “no llegaban a estar en el ranking”.

Quien nace en la adversidad, al superar las epizootias del dolor y la escasez, ya es campeón del mundo. Si lo ratifica en un ring no importan título, cinturón o corona.
“Bellas hembras, restaurantes finos, y era el rey de los amigos”. Con poco entrenamiento y ninguna preparación física seguía su ruta triunfal de demolición.

La veneración nacional cesa cuando pierde. ¿Quién soporta ese cambio brusco?, ¿esa crueldad? Se gasta la plata o se la deja robar. El milagro de haber escapado, transitoriamente, al hambre y la miseria, se acabó. Cae de nuevo en las más duras dificultades. Trago, rumba y drogas.

Entonces abundan críticas, censuras y desprecio.  

Sobre Antonio Cervantes caen todos a una. Pretenden que además de ser un fenómeno del deporte tenga condiciones de inversionista con planificación digna de Wall Street, cuando los dioses no saben de esas minucias.

Claro que esta persecución nacional obedece a que sobrepasó a todos los pensadores con una frase que parece de Confucio: “es mucho mejor ser rico que ser pobre”.

Lo peor es que se le acabaron los sueños. Las fuerzas están deterioradas. No puede enfrentar con la imaginación y los recuerdos lo indispensable y sus penurias. El es una institución maltrecha y lastimera. Es un recuerdo de poder y alegría. Su desamparo contrita. No importa su responsabilidad. Todos le debemos algo. Coldeportes, IDER y todas esas entidades deben hacer un nuevo esfuerzo para ayudar a quien tuvo el honor de llevar, como nadie, el Pabellón Nacional en su  pantaloneta.  

abeltranpareja@gmail.com

 

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