Columna


Zona Roja

REBECA GONZÁLEZ DE LEÓN

19 de mayo de 2014 12:02 AM

Vivo en el Centro histórico de Cartagena y a diario me encuentro con “prepagos”, trabajadoras sexuales y travestis, ejerciendo el oficio de la prostitución en cualquier lugar, a cualquier hora. Es común ver a dos prepagos caminando o saliendo de un almacén o un restaurante y ser abordadas por alguien que les pide el número de celular. También es muy común ver personas prostituyéndose  en la Plaza de los Coches, Torre del reloj,  en donde transitan familias con niños.

No vengo a rasgarme las vestiduras, soy amiga de las libertades y no voy a entrar a cuestionar aquí la prostitución, sobre todo porque esta no es una columna que tratará de prostitución forzada (la cual sí merece rechazo absoluto) les hablo de la prostitución voluntaria. Hay mujeres y hombres que se prostituyen porque sí, porque les gusta y contra eso no se ha podido a lo largo de la historia. No en vano mal llaman a la prostitución  “el oficio más antiguo del mundo”.

Así las cosas, teniendo en cuenta que en Cartagena infortunadamente pareciera que la prostitución va en aumento ¿por qué no pensar en la creación de las conocidas “Zonas de tolerancia”? La ventaja de estas zonas es que permitirían (previo estudio urbanístico, de suelo, etc.) que la prostitución se ejerciera en un sector determinado, lejos de las zonas residenciales o sitios que frecuentan las familias, en dichas zonas también quedarían ubicados los lenocinios. Traeré a colación algunas exigencias que se tienen en zonas de tolerancia o “zonas rojas”  en otras ciudades: en todo establecimiento se debe promover el uso del condón entre los clientes y las personas que se desempeñan como trabajadores sexuales; las entidades sanitarias están en la obligación de hacer permanentes visitas de inspección a los establecimientos donde se ejerce trabajo sexual; las personas que desempeñen esta actividad deben estar afiliadas, junto con su núcleo familiar, a un sistema de seguridad social; se prohíbe el exhibicionismo en el espacio público y desde el espacio privado hacia la calle, en esos lugares debe existir una cartelera en lugar visible para fijar información sobre temas de promoción, prevención y protección de los derechos de trabajadores sexuales. Como pueden observar la idea de una zona de tolerancia no es hacer “apología” a la prostitución ni promover el libertinaje sino todo lo contrario, controlar, regular y por qué no, hacer que disminuya la prostitución en las calles.

Llegó la hora de que Cartagena tome cartas en este asunto, hay que dejar la doble moral a un lado, enfrentar este fenómeno que crece debido a que la mayoría de personas que lo ejercen vienen de otras ciudades, pues vieron en “la heroica” el lugar ideal para ejercer ese polémico oficio. Pensemos como una ciudad que en aras del desarrollo respeta y tolera las diferencias pero que a su vez controla  la prostitución y  procura que esto no afecte a la comunidad.

La moneda está en el aire señores concejales y señor alcalde, no permitamos que la situación siga saliéndose de las manos, no demos la espalda a esto, abramos los ojos y pensemos en la creación de zonas de tolerancia para Cartagena. 

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