Columna


¿Somos sostenibles?

RAFAEL VERGARA NAVARRO

17 de noviembre de 2009 12:00 AM

RAFAEL VERGARA NAVARRO

17 de noviembre de 2009 12:00 AM

Los fenómenos naturales, catástrofes ascendentes, cambio climático, inundaciones, incendios forestales, damnificados y los medios de comunicación han hecho que la población comprenda que el calentamiento global es realidad y que este momento, crítico en la vida del planeta, impone cambios en los patrones de conducta y en el modo de producir, consumir y vivir. Cuando la naturaleza cobra -y lo hace con frecuencia-, no repara estrato ni país, sexo o color de piel y los golpes son masivos. Aunque ambiente y futuro van de la mano, las normas y las responsabilidades ambientales que encaran el cambio climático muestran un déficit de cumplimiento por parte del estado y los ciudadanos. Independientemente de los buenos funcionarios del Ideam, del Invemar, el ministerio, para el gobierno colombiano el ambiente no es prioritario y el calentamiento global menos. Piensan que sobra tiempo y al no ser grandes emisores de efecto invernadero, priorizan la economía sobre la ecología. Sostenibilidad es un adjetivo de acciones empresariales y productivas y, más allá de las que son exaltables, las talas de bosques, árboles centenarios o manglares se hacen en su nombre: aprovechamiento forestal le llaman. Las compensaciones son una burla, al igual que lo que reciclamos y el control a las emisiones e invasiones de las zonas protegidas, incluso de los parques nacionales. Así como existe una cárcel que se llama libertad, se aprueban urbanizaciones que crecen en zonas de riesgo de inundación, alta licuación o remoción en masa, espacios de ciénagas y zonas de bajamar donde el cemento, la piedra y los rellenos contradicen la necesidad de dejar libres ecosistemas, cuya función es la generación de clima, alimento y la de amortiguar el aumento del nivel de las aguas. El anuncio del destape del tapón del Darién o la doble calzada que de nuevo violará la ciénaga de la Virgen en Cartagena, ante el desastre anunciado, invitan a reflexionar y reaccionar. Asistir a la continuidad de la insensatez. Por eso todas, y en especial las facultades de ingeniería, requieren un código de ética ecológica y las facultades de derecho la normatividad ambiental como parte esencial del derecho público. En el ejercicio de los derechos, las universidades y sus alumnos tienen los instrumentos que pueden incidir en el cambio de la mentalidad, del dejar hacer y dejar pasar. La fiebre del planeta no es percibida como el efecto del sida que sufre Gaia. La resiliencia está más comprometida por la velocidad para consumir energía –competitividad la denominan- y se aumentan emisiones y grados de calor. Las soluciones implican que evaluemos hasta dónde equilibramos e integramos los 3 pilares del desarrollo sostenible: bienestar social, prosperidad económica y protección del ambiente y los recursos naturales. Asumir la crisis implica hacer realidad una política nacional de reubicación de la población que vive en alto riesgo, espacios donde los empujó la violencia y la concentración de la riqueza. Cumpliríamos en el país con los propósitos del milenio, activaríamos la economía y el empleo por la base y, al prevenir y no solo atender, derrotaríamos la catástrofe anual de miles de compatriotas. Enfrentar el reto requiere cambiar el egocentrismo por el ecocentrismo. *Ecologista

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