Columna


Actos fallidos

VANESSA ROSALES ALTAMAR

15 de agosto de 2009 12:00 AM

VANESSA ROSALES ALTAMAR

15 de agosto de 2009 12:00 AM

Salvo sus aguerridos simpatizantes, el resto de nosotros sabe que Hugo Chávez es un bufón. Su método discursivo es incoherente e irritante. Argumenta basándose en disparidades, es amante de la tergiversación, y sus ejemplos siempre rayan la ridiculez. Sus ínfulas bolivarianas son un disparate anacrónico. Y su papelito de caudillo socialista, no goza siquiera del encanto quijotesco que poseen algunos personajes desproporcionados, y extravagantes. El mayor problema de Chávez son sus contradicciones. Su obsesión enfermiza con lo que él ama llamar el “imperio yanqui”, por ejemplo. Tal vez por arbitrario u olvidadizo, se le escapa que uno de los rasgos primordiales del “imperio del águila” fue la capacidad de “demonizar” los fenómenos que en distintas coyunturas, amenazaban su identidad nacional. El arte de fabricar demonios muy específicos. Los mejores prototipos: comunismo, narcotráfico, terrorismo. Son palabras que pasaron a ser temores colectivos e irracionales, en un país que es, esencialmente, paranoico. Lo curioso es que Chávez se invente sus propios demonios; dos ejemplos son Uribe, y el famoso “imperio”. Lo grave y sobre todo, lo contradictorio, es que estos demonios no sean extranjeros y remotos, –Vietnam, Iraq– sino que estén aquí mismo, en Latinoamérica. Es decir, en el continente de Bolívar, su ídolo. Su empeño en quebrantar unos lazos que Bolívar quiso unir, en cierto momento, es solo una de sus paradojas. Apoyar financieramente un terrorismo que ha corroído a este continente, puede ser otra. Pero el epítome de las contradicciones chavistas está entre sus promesas iniciales y en lo que se ha convertido, una década después. Hay que ver el video que se propuso difundir el periodista de la cadena Univisión, Jorge Ramos, donde aparece un Chávez de saco y corbata, humilde, rotundo opositor a medidas de nacionalización y patrones socialistas. De seguro, muchos de ustedes lo han visto. Chávez es sobre todo, la encarnación de un gran acto fallido y de una tendencia que ya es fenómeno en América del Sur: socialización generalizada. Qué líderes más escurridizos. ¿Desde cuándo el socialismo ha sido un modelo efectivo? ¿Habrá que acordarse de Ucrania, donde las personas tenían que comerse a sus propios hijos, por la hambruna que produjo Stalin, otro colega de Chávez? No es necesario irse tan lejos en el tiempo y en el espacio. Mirar al norte basta. ¿Acaso los turistas que retornan de Cuba no traen anécdotas escalofriantes sobre el hambre, y la miseria de las personas que mendigan papel higiénico, toallas sanitarias, jabón y pasta de dientes? O podemos mirar al sur, donde la pareja de oro de los Kirchner se ha empecinado también en seguir el modelo. El resultado: un país incierto y en picada. La Argentina está tan desprovista de una infraestructura básica, que hace unos meses, en Buenos Aires, presencié cómo la ciudad destilaba un hedor nefasto a podredumbre, porque los cortes de luz hicieron que la comida en millares de neveras se pudriera y desperdiciara. Una cosa sí es clara sobre el socialismo: es adorador frenético del poder. Y en este sentido, Chávez es la encarnación de esta tendencia, que cada vez más y con mayor vigor, se vivifica: esa de perseguir un acto que falló muchísimas veces en el pasado. No hay que olvidar que una contradicción es una acción viciosa: lo que se niega o desmiente es precisamente lo que se persigue y se hace. *Historiadora, periodista y escritora rosalesaltamar@gmail.com

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