En las democracias multipartidistas las alianzas electorales son indispensables cuando ningún partido tiene mayoría absoluta de votos para gobernar. Entonces los distintos partidos tratan de armar coaliciones para ganar las elecciones y para aprobar sus proyectos en el Congreso. Un caso ejemplar de estas coaliciones es el de Chile. Sus partidos de centro izquierda se unieron en la “Concertación” y gobernaron 20 años, hasta que una disidencia se salió del grupo y la otra coalición de los partidos de derecha les ganó las últimas elecciones. Todas las coaliciones se formaron sobre acuerdos programáticos, pero manteniendo la identidad e independencia de los partidos que las conformaron. En Colombia, luego de las pasadas elecciones parlamentarias (en las que el partido mayoritario sacó sólo el 25% de los votos y otros 4 partidos obtuvieron entre el 10% y el 20%), y el crecimiento posterior del partido Verde, eran posibles y necesarias las alianzas para una coalición de gobierno y otra de oposición, fortaleciendo el sistema democrático. Para nuestra mala fortuna la política tomó el rumbo hacia un régimen de partido único, como el PRI de México, con una oposición dispersa y debilitada. Varias razones llevaron a esta situación. La miopía y la intransigencia del Partido Verde, que no sólo no invitó a una alianza no burocrática, sino programática, a los partidos con los que había una cercanía ideológica y de objetivos, sino que la rechazó cuando el Polo Democrático la planteó. El Partido Liberal y el Polo se desgastaron 8 años en la oposición, denunciando la corrupción y los escándalos del Gobierno, y Cambio Radical también se distanció el último año de la política del “todo vale”, pero estas credenciales no bastaron para vencer el temor de los verdes a contaminarse. La estrategia de la U no ha sido la de buscar alianzas con otros partidos, sino la de debilitarlos, sonsacándoles a sus congresistas mediante puestos y prebendas burocráticas, con la colaboración de personajes como Andrés Felipe Arias, entre los conservadores, y Rodrigo Rivera, con los liberales. Con el PIN no tuvo que hacerlo porque es su tinieblo, fiel pero escondido. Con el partido Conservador no necesitaba comprar adhesiones, porque hay afinidad ideológica entre los dos partidos. Como lo dijo su jefe de campaña, Santos es más conservador que Noemí. Sin embargo la hicieron y le quitaron 1,2 millones de votos de los que había obtenido en las elecciones parlamentarias. El resto de los parlamentarios conservadores hicieron el show innecesario de un acuerdo programático y entraron de lleno a la puja burocrática, como en los últimos 8 años. El caso de los parlamentarios liberales que adhirieron a Santos es más vergonzoso. Ya le habían quitado a Pardo un millón de votos de las parlamentarias, y luego ni siquiera se preocuparon por guardar las apariencias mediante programas para que la U los incorporara, sino que corrieron a tomarse la foto servil con el candidato. Como no lograron que Pardo los apoyara para entregarle el partido a Santos, se fueron a título individual; por supuesto, no lo dieron gratis y la adhesión ha debido ser a cambio de ofrecimientos burocráticos. Su frustración: sólo les tocarán las migajas de los que llegaron primero. macabrera99@hotmail.com
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