Columna


Amira y Jesús David (Q.E.P.D.)

JAIME ALBERTO RESTREPO CARVAJAL

10 de enero de 2010 12:00 AM

JAIME ALBERTO RESTREPO CARVAJAL

10 de enero de 2010 12:00 AM

El 27 de noviembre, el velero británico “Kersti”, de 50 pies, emitió un “Mayday” (señal internacional de emergencia) por una filtración de agua a 50 millas de Cartagena. La pareja de ocupantes fue rescatada poco antes de ver hundir su embarcación. Días después, un helicóptero que era de Pablo Escobar, trasladó a una turista enferma, de un crucero al hospital (irónico salvar vidas con el legado de semejante asesino). Fue la tercera maniobra similar realizada en 2009 por la Fuerza Naval del Caribe. Estos operativos exitosos hablan bien de la capacidad de respuesta de nuestra Fuerza Naval para atender emergencias de alto riesgo en alta mar y posicionan a Cartagena en dos actividades turísticas estratégicas: cruceros y veleros. Pero la eficacia en alta mar no es la misma que se percibe de la autoridad en los corredores náuticos costeros, fondeaderos y el Canal del Dique. Una página WEB especializada en veleros alertó que “el 2 de diciembre un velero fue abordado en Bocachica por 4 hombres portando armas de fuego y machetes; les robaron equipos, computadoras y dinero…; el Guardacostas de Colombia está investigando el incidente…; no es la primera vez que han sido abordados en ese lugar y hay un aumento fuerte de robos de veleros anclados en Cartagena y sus alrededores” (atracos similares son frecuentes en Islas del Rosario y Barú). Pero un incidente fatal llenó la copa: el 30 de diciembre a las 4:25 PM una lancha de turismo con motores potentes cruzó veloz por el Canal del Dique en Pasacaballos, sin disminuir la velocidad como exige la norma; su estela volcó una canoa donde iban nativos de Santa Ana, con el resultado trágico de 2 muertos. En otra columna (mar/09) yo advertía que en ese sitio “se multiplicará exponencialmente el riesgo ambiental y de accidentes”, dado su entorno caótico sin control: el cruce de personas, motos y mercancías se hace en canoas con frecuente sobrecupo; ambas riveras están invadidas con planchones y equipos flotantes que restringen la circulación; y el estado de enajenación mental (por licor y drogas) de muchos turistas y nativos es evidente cada fin de semana. Esto, sumado al cruce permanente del ferry y el alto tráfico fluvial por el Canal del Dique, convirtió ese sitio en la bomba de tiempo que estalló ese día. No hay muchas esperanzas de cambio porque casi nunca hay policía ni guardacostas haciendo cumplir la Ley en Pasacaballos, ni cámaras de vigilancia, mucho menos acompañamiento del Distrito para que el ambiente (ruido, basura, higiene, etc.) de los negocios en ambas riveras sea respetuoso y acorde con el nuevo desarrollo de Barú. Para Cartagena fue importante la propaganda de los 2 rescates en alta mar calificados de “cinematográficos” por la prensa nacional, porque salvaron vidas humanas. Pero más lo hubiera sido contarle a Colombia que Amira Payares, de 43 años, madre comunitaria del ICBF, ese día regresaba de compras en Cartagena, con su hijo José David Atencio, de 21, de los pocos universitarios de Santa Ana (6º semestre de lingüística de la U. de Cartagena). Ambos se ahogaron debajo de un planchón atravesado en el canal, ante la imprudencia del piloto de una lancha que volcó una canoa con sobrecupo. La prensa nacional y las autoridades guardaron silencio, no propiamente por proporcionarles paz en sus tumbas. *Ing. Civil y MBA, Directivo Empresarial

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