Se nos fue Apolinar Díaz Callejas, uno de los dirigentes más importantes que ha tenido la Costa Caribe en los últimos tiempos. En la Iglesia Santa Clara de Asís, el padre Francisco de Roux, Provincial de los Jesuitas, y el presidente de la Academia de Historia de Colombia, doctor Enrique Gaviria Liévano, lo despidieron con palabras merecidamente elogiosas. El doctor Gaviria se refirió a su trayectoria de hombre público y a sus méritos como investigador de nuestro pasado histórico, y el sacerdote de Roux- ¡vaya reconocimiento poco común!, a su condición de defensor de los campesinos colombianos, por cuyos derechos y reivindicaciones luchara hasta el último de sus días, con voluntad inquebrantable y convicciones ideológicas profundas. De esa condición, damos también testimonio. Fue, en verdad, un dirigente político caracterizado que tuvo en la mira de sus preocupaciones la situación agraria y los sufrimientos de la clase campesina, de lo cual tuviera vivencias dolorosas en la región de los humedales del sur de Sucre –La Mojana irredenta- y que hiciera trascender en debates en el Senado de la República y en uno de sus libros: “Del Agua y el Hombre”, publicado en 1976. Para él, no solamente la tierra sino el agua tenía una función social, dentro del enfoque progresista del concepto de propiedad, de la reforma política de 1936, acaso el más grande aporte ideológico que pueda atribuírsele al Partido Liberal Colombiano en toda su historia. En nuestra opinión, fue un pensador de tendencia socialista clara, como lo fueron Gerardo Molina, Diego Montaña Cuellar y Antonio García. Pero el PLC lo tuvo y lo acogió como uno de sus grandes combatientes. Admirador de Rafael Uribe Uribe, Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán, Alfonso López Michelsen, y, de manera especial, del ex presidente Carlos Lleras Restrepo, con quien mantuvo amistad entrañable. Fue su Gobernador en Sucre; luego, Viceministro y Ministro (e) de Agricultura e inspirador del Instituto de la Reforma Agraria. Díaz Callejas fue también congresista destacado. En el Senado le escuchamos discursos elocuentes sobre la pauperización del campo colombiano. Soñó con una reforma agraria integral. Como lo recordara el padre Francisco de Roux, ofició siempre como abogado de la causa campesina, y en varios escenarios internacionales se escuchó su voz contestataria. En universidades europeas y de nuestro Continente, disertó competentemente sobre el drama social de latinoamericana. Por ello, lejos de ser un político parroquial, tuvo una visión universal de la realidad de nuestro país. ¡Tantas cosas importantes podríamos agregar sobre nuestro amigo! Las gentes del departamento de Sucre –me lo dijo uno de sus coterráneos en el atrio de la Iglesia Santa Clara de Asís de Bogotá-, lo recordarán como ejemplo de pulcritud administrativa. Luchó, en efecto, desde la Gobernación, contra la corrupción, pero ¡vaya desgracia!, esa plaga ha demostrado mayor resistencia que otras que han diezmado cultivos y ganados en la llanura sucreña. Nos referimos a la plaga depredadora del erario que se ha alimentado -y sigue alimentándose-, de la impunidad. ¡Paz en la tumba de Apolinar Díaz! *Ex congresista, ex ministro, ex embajador. edmundolopezg@hotmail.com
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