Columna


Así voté

JAIME ANGULO BOSSA

20 de marzo de 2010 12:00 AM

JAIME ANGULO BOSSA

20 de marzo de 2010 12:00 AM

Después de sufragar le queda a uno preguntarse: ¿voté bien? ¿Fallé? ¿Acerté? ¿Hice lo que mi conciencia me dictaba o actué presionado por la propaganda interesada de los medios y la altisonante voz de los noticieros alquilados por el poder financiero? Acorde con esto actué en las elecciones del domingo pasado. Luego de votar me hice esas preguntas. Las respondo aquí. Para el Senado voté por Piedad Córdoba, la más liberal de los cien postulantes del PLC, y mi candidata mientras más agresivamente la han atacado y atacan las hordas enfurecidas de la reacción. Piedad es lo único realmente liberal que le queda al Partido por su lealtad ideológica como izquierdista democrática, su valor civil, su lucha permanente contra cualquier discriminación. La he defendido siempre y no me arrepiento. Con ello ante mí mismo probé la firmeza de mis convicciones sobre el pensamiento progresista del viejo y auténtico Partido, deslustrado en los últimos años por el ochomilismo de tantos de sus miembros, el neoliberalismo de sus ideólogos de alquiler que lo pusieron bajo las faltriqueras del capitalismo salvaje y el paramilitarismo evidente de miles de sus militantes, altos y bajos, que empuñaron las armas, o las financiaron, contra la dignidad y la ética de sus banderas, sin que ello fuera condenado oficialmente por el PLC. Votar por Piedad satisfice mis propósitos de serle leal una vez más, como siempre, al liberalismo de Uribe, Herrera y Gaitán, aquel mi ideología vital y estos el tríptico humanístico y político que me ha guiado siempre. Más quedaba por votar. Quise hacerlo por los candidatos liberales a la Cámara capitalina y ninguno hallé que me satisficiera. La mayoría desconocidos, delfín perfumado alguno, otros manzanillos que no me atraían. ¿Por el Partido? ¡Si esto del voto preferente es sólo una fiesta cuya mala música hecha de compases personalistas y vanidosos no incita a sacar pareja, por el vacío melódico de su ritmo, sino a alejarse de la pista de baile viendo “comer pavo” a las damas en ascuas! ¿Por qué iba a sufragar por uno de ellos a disgusto mío, si entre todos no hallé a nadie sincronizado ideológicamente conmigo? ¿Por qué? Y así fue como busqué en el PDA para la Cámara por Bogotá a alguien que me atrajera como candidato. Y hallé, luego de acucioso examen, al que finalmente apoyé. Voté por Iván Cepeda, hijo de Manuel José Cepeda, senador comunista asesinado por los militares hace algunos años. Iván estuvo en el lanzamiento que se hizo en Bogotá de mi libro “Cuando yo digo izquierda”, que no sé si el uribismo literario político lo tenga preso por subversivo, y me pidió que le dedicara un ejemplar. Y lo hice. Al consagrar electoralmente su nombre quise ser recíproco, y lo fui con quien me honró en su intelecto al interesarse por mi ensayo del que ahora preparo una tercera edición. Me faltaban dos sufragios y los cumplí. El uno me sirvió para votar por Rafael Vergara Navarro, candidato al Parlamento Andino y mi personal amigo, hijo de un viejo y cordial contrincante político, y por la Región Caribe, la mía donde nací –vi la luz en la Plaza de la Artillería de Cartagena- y a la que pertenezco aunque en ella no viva. Quedé tranquilo luego de esos cuatro correctos ejercicios ciudadanos, hechos sin paga alguna. *Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU. jangossa3@gmail.com

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