Columna


Babilonia TV

VANESSA ROSALES ALTAMAR

11 de julio de 2009 12:00 AM

VANESSA ROSALES ALTAMAR

11 de julio de 2009 12:00 AM

MTV es la cadena musical más icónica del mundo. Para definirla, recurro a una analogía. Una frase que escuché hace poco, en referencia a otro ícono: “¿La revista Rolling Stone? ¿La misma Rolling Stone que tuvo, alguna vez, algo de relevancia cultural?” MTV y Rolling Stone son dos variables intercambiables. Sólo que MTV presenta un caso particular. El canal nació en 1981 y su lanzamiento –cuando figuraba la imagen del hombre pisando la Luna por vez primera– trajo consigo un concepto revolucionario: la televisión musical. La manera de experimentar música se trastocaba y se inauguraba una era de aturdimiento visual que ya no es novedosa. Aparte de eso, MTV ha mantenido siempre sincronía con el zeitgeist (espíritu de la época). Cuando Michael Jackson pujaba por rotar en los canales televisivos, MTV estuvo allí y rompió la barrera racial que se imponía, dictaminando que artistas afrodescendientes tuviesen pocos espacios para su música. Si la música alternativa se volvía popular, tal como sucedió en los noventa, allí estaba MTV. Cuando la electrónica invadió los equipos caseros y las discotecas, allí estaba MTV. Si el rap gánster comenzaba a ser mejor visto: MTV. Si el video musical comenzaba a percibirse como un arte: MTV. Cuando vender la realidad se convirtió en la esencia de la televisión y el reality asoló las pantallas: MTV. ¿Y ahora? ¿Qué espíritu refleja el canal? MTV Latino, la vertiente que llega a los televisores locales, se lanzó en 1993. Y en los últimos años, como su canal madre, perdió casi todo contenido musical. Se convirtió en una sopa grotesca de pop frívolo y un arsenal de realities. Mi instinto maternal desfallece cada vez que lo ve. Si bien el canal se basa, hoy por hoy, en ventas y entretenimiento por encima de todo valor musical –y moral– vale la pena preguntarse también ¿qué es lo que vende? ¿Qué valores desperdiga entre los adolescentes? ¿Qué puede interiorizar un muchacho de 15 años que lo ve? El panorama es más o menos así: un programa que se llama “Vida Real”, en donde muchachas retraídas y pasadas de peso confiesan por qué prefieren mantener vidas virtuales, como en el famoso Second Life. Jovencitas que ventilan una fragilidad escalofriante y un sentido nulo de confianza en sí mismas. Un foro absurdo que, entre programa y programa, divulga la estúpida pregunta “¿Vale la pena protegerte sexualmente?” París Hilton, multimillonaria heredera de la cadena de hoteles y musa de la decadencia presente, se muestra con un séquito que aspira a convertirse en su mejor amigo o amiga. El programa retrata cómo los concursantes compiten, banalmente, por este objetivo. Hay un programa especialmente desconcertante, la cereza sobre el helado: “Quiero mis quince”. Cada episodio es una pequeña crónica con la travesía de una niña que, al cumplir quince años, se ve en la supuesta obligación de auspiciar una fiesta de ensueño. El fin último es impresionar a sus pares, no sin desplegar arrebatos de capricho e insolencia con padres que, indulgentemente, soportan atropellos y alimentan en sus hijas una estima alta por la frivolidad. No que las fiestas de quince sean en sí mismas frívolas. Pero sí lo son cuando se hacen al estilo de este programa. Me pregunto, cuando los hijos alimentan sus tardes de MTV, qué pensarán los padres. *Historiadora, periodista, escritora. rosalesaltamar@gmail.com

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