Columna


Bailando en misa

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

29 de septiembre de 2009 12:00 AM

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

29 de septiembre de 2009 12:00 AM

Por invitación de Paola y Germán Danilo, dos de mis hijos mayores, asistí con ellos el domingo pasado a una misa nocturna, en la iglesia del barrio Torices, que suelen frecuentar. No soy propiamente un cristiano practicante, no voy con regularidad a oficios religiosos y cuando lo hago, no establezco diferencia de iglesias o tendencias. Además de la devoción que se profesa casi por igual en el catolicismo y en las diversas congregaciones del cristianismo, me llama la atención la activa participación de gente joven, en unas y otras. Ante la multiplicidad de ofertas de entretenimiento, que seducen con especial prioridad a la juventud, no deja de sorprender que muchos de ellos se inclinen por la opción espiritual o en el mejor de los casos la alternen con otras pasiones, incluyendo la rumba. Asistir con mis hijos a misa hace parte, de alguna manera, de la curiosidad por descubrir el atractivo que pueden representar esos rituales, que para creyentes y no creyentes resultan en ocasiones pesados o aburridos. Pues bien, en la misa del domingo creo haber encontrado una de las posibles respuestas: el estilo que imprimen algunos líderes religiosos, llámense sacerdotes o pastores y los esfuerzos por ajustar su tarea evangelizadora a la dinámica propia de la juventud. Luis Guillermo Durán, el párroco de la Iglesia de Torices, se las ha ingeniado no sólo para mantener contenta a su feligresía, sino para hacer que sus eucaristías sean todo un programa de entretenimiento para hombres y mujeres, pero especialmente para jóvenes, que llegan inclusive de otros barrios. El manejo de un lenguaje coloquial, la variedad de temas abordados y el rompimiento de tabúes, parecen ser algunas de las claves de su éxito como predicador. Las misas del Padre Durán, a quien sólo he visto en el púlpito, son una mezcla de oraciones y reflexiones; sermones y chistes; devoción y fiesta. Mientras comprendía que no es lo mismo decir: “Quien no está conmigo está contra mí”, que “quien no está con nosotros está a favor nuestro”, como enseñanza de fondo de la prédica y sus profundas implicaciones en el ejercicio de la tolerancia, disfruté las “estrategias”, con que el cura mantenía el interés y el entusiasmo de los fieles, incluyendo el análisis del mensaje de canciones y el baile de música tropical en mitad de la misa. El padre hizo demostración de ser un experto bailarín de salsa, con exhibición de pases y movimiento rítmico de hombros y puso a “mover el esqueleto” a casi todos los fieles, como preámbulo de la comunión. “No todo lo que ofrece el mundo es malo; en la música y en el baile hay mensajes que nos acercan a Dios”, explicó a los feligreses, a quienes invitó a disfrutar con igual fervor un buen fandango y una eucaristía. Sin entrar en profundidades de fe, creo positivo destacar el liderazgo de este sacerdote en su comunidad, que con seguridad no es el único en la ciudad, quien con su “apostolado tropical”, contribuye a romper falsas barreras entre la cotidianidad y la espiritualidad. Ante el anquilosamiento que en algunos aspectos presenta la religión, estas muestras de renovación sirven, además de un afianzamiento de la espiritualidad, para descubrir que acompañar a los hijos a misa es también un programa divertido. *Trabajador Social y periodista, docente universitario, asesor en comunicaciones. germandanilo@hotmail.com

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