Columna


Celibato y pederastia en el catolicismo

RICARDO VÉLEZ PAREJA

12 de abril de 2010 12:00 AM

RICARDO VÉLEZ PAREJA

12 de abril de 2010 12:00 AM

La Semana Santa que acaba de pasar fue una oportunidad para disfrutar con mis nietos y de meditar sobre la crisis que vive la Iglesia Católica y el Vaticano por los escándalos de algunos sacerdotes, obispos y papas que han cometido u ocultado actos graves de pederastia o pedofilia, que son violaciones sexuales a niños o niñas que de por sí son delitos sancionables por los códigos penales del mundo. En efecto, las críticas y los debates sobre este tema relacionado con el celibato o prohibición de que los sacerdotes y monjas puedan casarse y llevar una vida sexual normal, han proliferado en todos los medios de comunicación. He allí la causa de todo lo que desde niño me enteré que, a pesar de esa limitación que ha pesado sobre los miembros activos del clero, ocurrían casos de vicios solitarios, homosexualidad, bisexualidad y pederastia en el seno de la Iglesia o las escuelas católicas, donde me eduqué. Ni Dios, ni Jesucristo, ni la Biblia han establecido esa prohibición. Desde los comienzos de la historia católica, los apóstoles y el primer Papa, Pedro, eran casados. Del mismo Jesús existen algunas versiones históricas sobre la posible relación sentimental y amorosa con María Magdalena, lo cual no le quitaría ningún ápice a su grandeza como fundador del Cristianismo y como autor de muchos milagros históricos. Pasaron cinco siglos para que se institucionalizara el celibato y la prohibición a las mujeres para ejercer el sacerdocio. ¿Cuántos sacerdotes y monjas se han retirado de la iglesia por estas absurdas limitaciones? ¿Cuántos jóvenes de ambos sexos no ingresan a la iglesia por esos motivos? Martín Lutero creó el gran cisma en el cristianismo, al establecer iglesias protestantes en las que se levantó la prohibición. Hay que ver la proliferación de las iglesias cristianas en el mundo que ejercen sacerdocio no católico tanto los hombres como las mujeres – en menor grado éstas – con la libertad de convivir con esposas o esposos, de consagrarse a Dios sin ninguna alteración en el ejercicio de sus vidas religiosas y con el derecho a tener familia y educarla dentro del cristianismo. Los abusos sexuales de sacerdotes contra menores de ambos sexos no solo deberían sancionarse por las leyes eclesiásticas sino por las leyes humanas, porque constituyen graves delitos contemplados en los códigos penales de todos los países. Pero la Iglesia Católica se ha hecho de oídos sordos ante las múltiples denuncias que se han formulado en el mundo y que son motivos de escándalo para los jerarcas de la Iglesia, incluyendo a papas, obispos, sacerdotes. La Iglesia Católica tiene que modernizarse y ser pragmática dándoles libertad a los jóvenes de ambos sexos que ingresen al sacerdocio para casarse o no casarse y para tener o no tener hijos. De lo contrario, se irá perdiendo la vocación sacerdotal cada vez más. Los católicos no dogmáticos estamos pendientes de esos cambios. *Escritor y abogado rivelpa@yahoo.com

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