Columna


Césaire y el racismo

ALFONSO MÚNERA CAVADÍA

12 de agosto de 2009 12:00 AM

ALFONSO MÚNERA CAVADÍA

12 de agosto de 2009 12:00 AM

El lunes 3 de agosto vivimos momentos memorables. En la noche El Colegio del Cuerpo presentó una obra de extraordinaria belleza en el Centro Cultural Español, con ocasión de la apertura del IX Seminario Internacional de Estudios de Caribe. “Palabrademar”, Instalación-performance creada por Álvaro Restrepo, es una intensa reflexión sobre el valor de la diversidad y las consecuencias del racismo, a propósito de la obra del gran escritor negro Aimé Césaire, y en particular de su maravilloso Poema “Cuaderno de un Retorno a un País Natal”. Después de disfrutar “Palabrademar” y de escuchar a lo largo del día las intervenciones del poeta haitiano George Castera, del escritor martiniquense Rodolf Etienne, de la estudiosa dominicana Delia Blanco, y de otro grupo de intelectuales importantes, sobre el pensamiento de Césaire no pude dejar de pensar acerca de cuánto ha cambiado Cartagena en los últimos 30 años. Sin duda que actividades como la de entregarle el doctorado honoris causa a Eduard Glissant en junio del año pasado y ahora el homenaje a Aimé Césaire, ambos poetas y pensadores negros de Martinica, eran impensables en la Cartagena de tres o cuatro décadas atrás. Simple y llanamente el Caribe, ese otro Caribe, no existía para nosotros. De él ni se hablaba ni se enseñaba en nuestras universidades. Estábamos tan absortos en la contemplación del gran legado del occidente y en su cotidiana imitación que todo lo demás nos parecía inexistente o despreciable. Tan era así, que de nuestra propia herencia compartida con nuestros hermanos del Caribe lo desconocíamos todo. ¿Qué sabíamos, por ejemplo, del premio nobel Dereck Walcott, o del otro nobel V. Naipul, o de C. R. L. James, Eric Williams, Glissant, Césaire? Gigantes de la historia y de la literatura, elogiados en los mejores periódicos y revistas del mundo, pero ignorados por nosotros. Cartagena es una ciudad de afrodescendientes. Es decir, una gran parte de su población desciende por algunos de sus lados de negros originarios de África. Este es un elemento clave de nuestra historia. Con el paso de los siglos la mezcla ha sido intensa y la diversidad enriquecedora. Nuestra obligación es, por supuesto, -sin negar la compleja herencia que hemos recibido del occidente, de sus lenguas, de sus tradiciones intelectuales, de sus culturas populares-, valorar en todo lo que pesa en nuestra condición de seres humanos las otras herencias, y entre ellas las afrocaribes, de las cuales estamos hechos. En el escrito de presentación de “Palabrademar” dice lo siguiente: “Cartagena de Indias, como principal puerto de entrada de los esclavos africanos, tiene aún en su memoria una sombra dolorosa que sólo podrá ser borrada cuando erradique por completo los vestigios que aún perduran de la esclavitud, la discriminación y el racismo.” La anterior reflexión de Álvaro Restrepo, que comparto plenamente, debería iluminar a la señora alcaldesa -quien, por lo demás, es consciente de ello- en estos días de celebración del Bicentenario de la Independencia, para comenzar la tarea de erradicar de nuestra simbología urbana esas representaciones terribles del peor de los legados del occidente: la conquista brutal y la explotación desmedida de las poblaciones nativas y afros. Un debate público sería muy saludable. *Historiador. Profesor de la Universidad de Cartagena. alfonsomunera55@hotmail.com

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