Columna


Chávez y Uribe

ADOLFO GÓMEZ AGÁMEZ

13 de noviembre de 2009 12:00 AM

ADOLFO GÓMEZ AGÁMEZ

13 de noviembre de 2009 12:00 AM

Esta semana no escribiré, como es costumbre, de las alteraciones de la piel y sus anexos, esta vez intentaré, como otras veces, ver desde mi óptica profana el comportamiento de dos de nuestros presidentes latinoamericanos, uno lenguaraz (Chávez) y otro (Uribe), mucho menos impulsivo, aunque a veces también inmoderado. Llegó a mis manos un libro de fábulas, de Augusto Monterroso, intitulado “La Oveja Negra y demás fábulas”, con el que el autor ganara el premio Príncipe de Asturias de las letras en 2002. Él, junto con la generosa ayuda de un especialista en Entomología y un domador de animales y con un experto en las costumbres de aves nocturnas y visitando muchas veces un zoológico, pudo observar in situ, determinados aspectos de la vida animal que le interesaban. Son, como dice la presentación de la casa editorial, “sucintas, intensas, bellas, reveladoras, deslumbrantes fábulas, muestras del mejor talento para el relato corto”. Y más adelante dice que pareciera que “cada historia se contactara con un gesto. No hay exceso ni demasía. Hay pulso y sobre todo la fuerza de una creación que irrumpe y se transforma”. No sé, pero, cuando comencé a leer la primera fábula, “El Conejo y el León”, mi mente transformó al león en el presidente de la República Bolivariana de Venezuela y al conejo en Álvaro Uribe Vélez. ¿Será que tú experimentas lo mismo al leerla? Te la escribo y haz tu juicio. “Un célebre Psicoanalista se encontró cierto día en medio de la selva, semiperdido y con la fuerza que da el instinto y el afán de investigación logró subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no solo la lenta puesta del sol, sino además, la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos. “Al caer la tarde vio aparecer, por un lado al Conejo y por el otro lado al León. “En un principio no sucedió nada digno de mencionar, pero, poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre. “El León (Chávez) estremeció la selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como es su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo (Uribe), respiró con mayor celeridad, vio los ojos del león, dio media vuelta y se alejó. “De vuelta a la ciudad, el psicoanalista concluyó (como lo hice yo), que el León es el animal mas infantil y cobarde la selva y el conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al Universo movido por el miedo y el Conejo, conociendo su propia fuerza, se retira antes de perder la paciencia y acabar aquel extravagante y fuera de sí.” Concluyo con una frase Knio Mobutu: “Los animales se parecen tanto al hombre, que a veces, es imposible distinguirlos de éste”. *Dermatólogo a_gomezagamez@hotmail.com www.clinicadelapieladolfogomez.com

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