Columna


Chile, hoy

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

17 de enero de 2010 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

17 de enero de 2010 12:00 AM

Hoy, en segunda vuelta, elige Chile a su próximo presidente, y tiene que escoger entre Sebastián Piñera, el candidato de la derecha, y Eduardo Frei, el candidato reeleccionista de la Concertación. Siguen girando los chilenos en torno de un par de posiciones que son, casi, o de hecho, partidos integrados por coaliciones más o menos sólidas desde el punto de vista ideológico. En Latinoamérica, los ortodoxos en política se asombraron por la aparente contradicción entre la popularidad de la Presidente Bachelet y la baja votación de Frei en la primera vuelta. No fue un problema de concordancia sino de estrategia. La Concertación le dio, de modo equivocado, preponderancia a la estigmatización de la derecha –por la sombra de Pinochet– sobre el contenido de las propuestas, porque consideró que ese juego todavía seduce o asusta electores. En su campaña, el señor Frei se olvidó de formular planteamientos que mantuvieran la coherencia de la Concertación. Se dedicó a reproducir videos de Piñera ejerciendo el extremismo, o a restregarle como defecto capital su fortuna de empresario próspero, y descuidó el aliciente que un electorado maduro como el de su país necesita para escoger entre varias opciones, a la espera de que el respaldo abierto del Gobierno le cayera, como le cayó, de salvavidas. Piñera, en cambio, se atrevió a hacer autocrítica en sus discursos y a reafirmarse en la convicción de que el modelo económico chileno ha sido el fundamento de la estabilidad institucional, con el guardado respeto a las libertades y los derechos resarcidos luego de la negra noche de la dictadura. Un acto de contrición que tiene a sus compatriotas inclinados a darle la oportunidad que le negaron hace cuatro años, sobre todo porque en sus contrapuntos televisados con Frei demostró que el ex mandatario fue, de los cuatro presidentes de la Concertación, el que desmejoró los indicadores en materia de crecimiento y empleo. Ahora la Concertación y sus partidos no están seguros de conseguir una victoria holgada. Por consiguiente, si la mitad de los votantes de Marco Enríquez-Ominami desdeñare el nombre de Frei, y otra pequeña porción se asustare con el respaldo de Jorge Arrate a la Concertación, Piñera aseguraría el triunfo. No obstante, las adhesiones tardías de la Presidente y de Enríquez le dieron a Frei un segundo aire. Ni los socialistas Lagos y Bachelet reprodujeron el programa de Allende, ni Piñera vendría con ganas de reproducir la barbarie de Pinochet teniendo su eventual gobierno otro origen y él mismo otro talante y otras intenciones. Creer otra cosa, o creer que de esa otra cosa se podría convencer a un pueblo entero que sabe marcar diferencias, es una ingenuidad de principiante. Chile se reencontró con su tradición democrática y sus dirigentes y sus clases no la van a feriar con distorsiones en las piezas del sistema. Si gana Piñera, es porque Frei y su equipo no entendieron que el elector de clase media no se traga el cuento de que cambiar de alternativa es claudicar. Las democracias inglesa y norteamericana, francesa y suiza, se han sostenido aplicando ese criterio y alternando el poder de conformidad con las calidades de sus candidatos y sus programas. No hay miedo que se imponga a la conciencia democrática de unas mayorías sensatas. *Columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es

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