Columna


Con el perdón de los abuelos

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

03 de febrero de 2010 12:00 AM

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

03 de febrero de 2010 12:00 AM

¿Quién puede discutirle sobre historia al señor Vicente Martínez Emiliani? Tan sólo su nombre y sus apellidos parecen cargados con una sabiduría reverencial de cuna. Sus títulos de ex congresista, ex embajador, miembro de las Academias de Historia y miembro de la Academia de la Lengua, se suman con los surcos que los años van formando en el rostro, esculpiendo una apariencia magnífica, casi dueña de la verdad y por supuesto, testigo casi inobjetable de la historia. Su columna de hace unos días despertó en mí una consideración especial. Recogía con entereza el sentido de su texto en el título “Insisto: se llama ‘Heredia’ ”. Con argumentos insípidos defendía la idea de que el Teatro Adolfo Mejía debía conservar el nombre de Heredia, por el conquistador, agregando que el cambio sugerido por esta Administración –aunque lo hizo el Concejo en 1998 y la alcaldesa Pinedo coincide con la decisión- maltrataba la memoria y la voluntad de los abuelos, y de paso eran una ofensa y una traición. Son palabras mayores, y admito, me resultan graciosas. Es probable que el señor Martínez Emiliani vea en mí los rasgos de una juventud atrevida e impetuosa que me resisto a abandonar, pero con todo el riesgo a ser tildada de joven -que en ocasiones parece un insulto para tontos- deseo recordar que el mundo cambia y que los cambios no deben ser considerados tan a la ligera una forma de traición. No, cuando lo que se quiere es reconocer también la historia negada que no se contó en ninguna parte porque fue escrita por el mismo sistema opresor que le quitó la voz a tantos y exaltó a pocos. Ser Patrimonio de la Humanidad no puede ser el argumento para que nuestra sociedad permanezca dormida, sin atreverse a la crítica, por serle fiel a un cuento mal contado. La lealtad del pueblo cartagenero debe estar con nosotros mismos y con la posibilidad de descubrirnos sin miedos ni mentiras. La historia no se irrespeta cuando se duda de un discurso, pues el discurso no es siempre fiel a la historia, aunque esto signifique descubrir que mucho de aquello que nos enseñaron en clase de sociales fue una farsa. Los 477 años de Cartagena no deben seguir siendo excusa para evitar interrogar a la historia, pues si bien no dudo de la grandeza de Don Pedro de Heredia, no significa que él o cualquier otro constituyan un destino al que no podamos renunciar. Se trata, para nuestro caso, de una historia con voz de blancos en un pueblo de negros y de indios. Ahora, 477 años después, también se sigue escribiendo. Ahora, la escribimos también nosotros. Finalizo parafraseando una carta que el joven estudiante universitario, Orlando José Oliveros Acosta, le dirige al señor Vicente Martínez Emiliani “…;Quizás ‘se maltrataría la voluntad y la memoria de los abuelos’, pero es lo menos que usted y otros pueden hacer, un sacrificio, por la ya descalabrada memoria de nuestros ancestros indígenas, un acto noble de eliminar la estampa de un hombre que no entendió que Calamarí en realidad ya era, que no había descubierto nada”. *Psicóloga ayolaclaudia@yahoo.com

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