Columna


Conflictos que cruzan las fronteras

RUDOLF HOMMES

25 de julio de 2010 12:00 AM

RUDOLF HOMMES

25 de julio de 2010 12:00 AM

La presencia de guerrilleros colombianos en países limítrofes con el visto bueno o complicidad de los gobiernos que simpatizan o colaboran con ellos, o se hacen los de la vista gorda tienen cómo reprimirlos, es algo sabido desde hace tiempo, que molestó -con toda la razón- al Gobierno colombiano. Agrió una relación tradicionalmente estrecha, como entre Colombia y Ecuador, o acentuó las diferencias y minó la confianza, como pasó entre Colombia y Venezuela, causa para que se terminara un experimento mutuamente provechoso de integración económica. A los colombianos nos parece raro e inaceptable que países supuestamente amigos protejan a la guerrilla, le den amparo, toleren o colaboren con ella, porque es un acto hostil y no se puede entender como un “asunto interno” de esos países, ya que los santuarios para la guerrilla más allá de las fronteras colombianas afecta mucho la seguridad interna de Colombia. El problema no se limita a los dos países vecinos; otros países tampoco le han parado bolas a las advertencias del Gobierno colombiano sobre la guerrilla colombiana en sus territorios. La actitud continental hacia el conflicto de Colombia no ha sido de apoyo a nuestro Gobierno, entre otras razones porque los latinoamericanos seguimos pegados a esquemas de soberanía que no contemplan la capacidad de realizar espionaje satelital, el alcance de los medios electrónicos o el de las armas modernas. La idea de Colombia de que su acción contra Raúl Reyes era justificada porque había necesidad de impedir que desde el territorio ecuatoriano continuara organizando acciones contra el gobierno o la población colombiana no tuvo eco en la OEA, donde se ha defendido tradicionalmente el respeto a las fronteras y se han condenado las intervenciones punitivas en otros países, excepto cuando las de Estados Unidos, o las propiciadas por ese país. En nuestro continente, aunque los ha habido, no han sido tan frecuentes los conflictos internos que cruzan las fronteras, como lo son en Asia, Oriente Medio o África, donde los gobiernos han convivido con ellos, pero corriendo el riesgo de ir a la guerra. A pesar de los antecedentes y ejemplos extra regionales y latinoamericanos, el conflicto interno de Colombia y las reacciones de su gobierno son consideradas exóticas en América Latina, y los gobiernos de los demás países aspiran a que no los incomode el gobierno de Colombia pidiendo o exigiendo colaboración contra la guerrilla más allá de las fronteras, y a que no entre a sus territorios para eliminar a los grupos guerrilleros que operan desde allá. Colombia puede hacer un esfuerzo mayor para controlar sus fronteras y no depender de que lo hagan sus vecinos, pero requiere colaboración y apoyo continental porque las actividades de la guerrilla en santuarios extranjeros, sean o no de carácter bélico, debilitan los esfuerzos del gobierno para derrotarla y prolonga indefinidamente el conflicto interno. Es indispensable que nuestro gobierno no se aísle y mejore la gestión y los canales diplomáticos, ya que no son aconsejables ni viables otras incursiones punitivas contra el enemigo en territorio extranjero o declararles la guerra a los vecinos que amparan a la guerrilla colombiana.

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