Columna


Contrasentido

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

21 de noviembre de 2009 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

21 de noviembre de 2009 12:00 AM

Es muy frecuente el comentario de los contrasentidos y disparates que la realidad ofrece. Nos confunden las distinciones que, en muchas ocasiones, obtienen algunos seres sin peso específico ni valor especial. En cambio otros con preparación, carácter y talento descomunal son ignorados en forma injusta. Pero los sistemas, leyes y dioses suelen ser caprichosos. Por otra parte la evaluación de los méritos resulta ser algo muy complicado. No hay un criterio científico que permita separar factores subjetivos, intereses creados y simpatías. Esto sin mencionar un fenómeno que acostumbramos citar: la suerte. Calificar la capacidad y el desempeño es un propósito imposible de cumplir a cabalidad. Hay seres que atentan contra las leyes de la física. Algunos se caen para arriba. Otros reciben loas cuando merecen sanciones. Pertenecen a una empresa de elogios mutuos y favores recíprocos. Son personajes que rompen el principio de Arquímedes: desalojan más de lo que pesan; experimentan un impulso hacia arriba muy superior al valor de su vida o la densidad de su obra. Abrimos los periódicos, prendemos la televisión y sus rostros aparecen siempre. Así mismo en la radio les oímos sin una idea original que sorprenda. Lo peor es que sus juicios son requeridos en toda clase de temas y acontecimientos, ya se trate del amor, de la encefalitis equina, de la guerra fratricida que promueve un orate o de la disparatada velocidad de las mototaxis. Lo mismo opinan con desparpajo de mecánica cuántica, que salen friendo un par de huevos en un programa para amas de casa. Son vacíos pero omnipresentes. Algunos de estos que acaparan la actualidad, despiertan mucha envidia, pero ninguna pasión; provocan chismes y comentarios aunque difícilmente levantan una polémica. Son anfibios: bailan en cualquier piso o superficie. Se les ve chapotear desplazando toneladas de fluido que no corresponden con la insignificancia de su trabajo. Entonces, con cierta ira, pensamos en otros que no son tomados en cuenta por las leyes de la física. Que también rompen el principio del viejo Arquímedes, pero en sentido inverso: desalojan mucho menos de lo que pesan; no hacen olas ni salpican a nadie con su desplazamiento. Son humildes y sensatos, sabios y prudentes. Se hallan instalados en una altura inferior a su talento, sumergidos en el anonimato. Para encontrarlos no hay que caminar mucho. Evitan los primeros planos y los reflectores de la vanidad. Están en los centros de investigación, en las universidades de provincia, en los puestos de la administración en las empresas, en los institutos de las pequeñas ciudades. Son profesores, técnicos, escritores, y otras gentes que trabajan muchas horas sin reconocimiento grandilocuente. No salen en las pantallas. No reciben medallas, ni se les tributa homenaje. Se limitan a trabajar con la elegancia que posee el silencio cuando éste es creativo. Por fortuna para ellos, no los conoceremos nunca. Esas personas son el verdadero soporte de la sociedad, el dinamo del progreso, la luz que ilumina sin deslumbrar. No tienen asesor de imagen, ni saben de la sapería, que tanto daño causa. No tienen que soportar unos imbéciles de salón disfrazados de eminentes y fatuos prohombres. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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