Tres vocablos distintos y una sola, incontenible y avasallante corrupción; tres expresiones para denotar la más perturbadora patología de la sociedad colombiana contemporánea, cuya génesis y desarrollo bien puede catalogarse como la de más acabada perfección y dinámica. Y la de mayor impacto en el crecimiento y desarrollo de un país que en una y otra de esas variables arrastra un pesado lastre, quizá el más gravoso por cuanto es el desarrollo humano, la gente, el factor preponderante más afectado por cuenta de la corrupción que medra en todos los espacios de esta nación que ha hecho de la trampa un modo de vida, un hacer y, consecuentemente, un ser proclive a esa patología social. Pero serán los sociólogos y científicos sociales quienes se encarguen de las hipótesis y teorías que den en las razones y fundamentos de sus causas; en documentarla y explicarla desde sus respectivas disciplinas. Porque de lo práctico y operativo, de su control, erradicación y destrucción, es el Estado y la Sociedad, en primer término, a los cuales corresponde el combate sin pausa de ese enemigo público de la institucionalidad, de la democracia y de la sociedad, en el que ha venido a convertirse la corrupción, los corruptos y la impunidad. Que para todos los efectos nefastos que conlleva en su objetivo ese círculo vicioso, invisible pero efectivo a la hora de destruir el tejido social e institucional, es una sola e indivisible fuerza con suficiente potencia y capacidad para suplantar y destruir los mecanismos de control y prevención existentes en la función pública y privada. De tal magnitud es el impacto de la corrupción en Colombia y tan hondamente ha penetrado una y otra actividad, que ya es parte medular del Gasto Publico y de los Presupuestos de cualquier organización empresarial y por igual afecta sus balances y estados financieros. Basta repasar las cifras de los órganos de control y de las fundaciones encargadas de la misma supervisión en el sector privado para corroborar que los recursos que maneja la corrupción superan lo inimaginable: cuatro billones de pesos, una cifra mayor a la inversión extranjera en Colombia en 2008, al decir del señor Oscar Díaz, funcionario de alto rango encargado de la misión de combatir la corrupción en este país, y de quien tomo algunos datos para ilustrar el poder perturbador de la corrupción aquí: “Con 3,9 billones se podrían hacer 2.000 alcantarillados; 1.800 acueductos; se pagaría la educación de 325 mil niños; se podrían beneficiar 347 mil familias con un subsidio de vivienda individual de 11,5 millones cada uno...” Y saber que hay regiones de Colombia en las cuales la cobertura en acueducto y alcantarillado es deficitaria; que en los niveles básicos de educación no hay cupos; que una vivienda digna ni siquiera es una remota esperanza para millones de colombianos. Entre tanto, la corrupción crece, se multiplica y reproduce bajo el alero pródigo del Poder, cualquiera sea su naturaleza, ámbito y expresión. *Poeta elversionista@yahoo.es
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