La frase “Es que aquí se hace así” consagra la costumbre como algo inmodificable y, también, como justificación de muchos errores. Un error deja de ser error cuando todos lo cometen, parecen decirnos. La frase, si se mira bien, tiene una remota resonancia militar. Podríamos replicar que, en efecto, las cosas les han funcionado a ustedes haciéndolas de esa manera, pero tal vez sería mayor el rendimiento y óptimos los resultados si se ensayara hacerlas de manera diferente. Quizá cabría más gente libre en la comunidad y las cosas serían menos rutinarias y aburridas. Pero el “aquí es así” no permite discusión. Las cosas no se pueden hacer de otra manera porque mis actos cotidianos están amarrados a esa manera de resolver los problemas. Olvídese de tratar de convencer a quien le responde con esa frase. Además, existe otra razón: se siguen haciendo las cosas así porque una autoridad superior lo acepta como algo correcto. Lo anterior puede probarse en grupos con jerarquías piramidales, es decir, de arriba hacia abajo. Sobre todo en grupos e instituciones que funcionan a partir del ejercicio inflexible de la autoridad. En la educación, por ejemplo. La autoridad y la disciplina tenían origen militar. Sucedía con más frecuencia en los internados. Las costumbres emanadas de la autoridad superior eran indiscutibles. Esto sucede en casi todas las sociedades y culturas. De allí nació, seguramente, un dicho conformista y conciliador: “A la tierra que fueres, haz lo que vieres.” Corres el riesgo de ser rechazado, sancionado y expulsado si insistes en hacer las cosas a tu manera. El lenguaje es lo primero que separa. A veces separan el color de la piel, la manera de dirigirnos a los demás y hasta la forma de saludar a los semejantes. “Se te nota que no eres de aquí” no es, a veces, una frase de cortesía sino una advertencia. Separan las maneras de vestir, de comer y de trabajar. En un nivel más preocupante, la manera de aplicar la autoridad. Las costumbres individuales están legitimadas por una especie de consenso de mayorías. En una misma comunidad, aquellos que se salen de las normas mayoritarias pueden ser mal mirados o excluidos. Y ni se diga del foráneo. Ustedes lo saben: en la antigüedad, bárbaro era el extranjero que pisaba nuestro territorio. La novela moderna se interesó en este tema: cómo funcionaba la autoridad en los centros de enseñanza. La autoridad era parte de la costumbre y ésta de unas reglas de obediencia obligada. En esos cuarteles se repetía lo mismo: “aquí las cosas son así.” Les recomiendo volver a leer “La ciudad y los perros”, de Vargas Llosa; “Las tribulaciones del joven Tôrless”, de Robert Musil y “Jackob von Gunten”, de Robert Walser. Nos enseñan -entre muchas cosas- que la lealtad absoluta a costumbres absolutas puede tener su origen en la aparentemente inofensiva “es que aquí es así.” *Escritor y periodista. Doctor Honoris Causa en Literatura, Universidad del Valle. salypicante@gmail.com
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