Columna


Todos los adagios populares son producto de la realidad y esta, en el caso de lo que acontece entre dos países que por más de doscientos años han sido hermanos, no es la excepción. Cualquier cosa puede suceder después de tantos señalamientos, de tantos “rifirafes”, como se dice en la calle, de tantos esfuerzos por querer demostrar cada uno a su manera, que tiene la razón. Cada uno traza sus propias políticas internas, su propio accionar en los diferentes temas como el social, económico, religioso, etc. Lo que hay que tener es mucho cuidado en que estas políticas no afecten a los demás vecinos, porque la lógica indica que cada uno también defenderá sus posturas cuando se ven amenazados. Se han dicho de todo. Se han insultado como ninguno, señalado como nunca lo habíamos visto, se han dado las manos como la mayoría hemos querido, en fin, ha pasado de todo en estos últimos años que, por la condición ideológica diferente de los dos mandatarios, pone en riesgo la estabilidad regional por sus posturas producto de sus quereres, más no de sus acciones concertadas. Es un juego delicado. Cada uno cree estar ganando, pero en ambos países la polarización está en el orden del día. Han traspasado las fronteras y, en ambos países, hay aliados como críticos. Lo mismo que sucede en el interior de los dos países hermanos. Hay amigos y enemigos de los dos mandatarios, de sus políticas y accionar. Lo grave de todo esto es que ya están tomando rumbos de agresividad, de violencia, de guerra. Es por lo que ambos dicen luchar pero que, en la realidad, los está llevando a enfrentamiento casi de muerte. Los contradictores de ambos terminan atacando por fuera de sus propias fronteras. Es la polarización interna llevada al ámbito internacional. Lo dijimos en su momento en el caso colombiano: lo que era un conflicto interno lo dejaron internacionalizarse. Parece que en Venezuela es igual. Todo esto está traspasando la política interna y el querer perpetuarse, los ha llevado a la posibilidad de una guerra entre vecinos con militares ajenos, que no sabemos en qué pueda terminar. Las medidas de lado y lado se quieren imponer. Los pensamientos de diferentes ideologías son llevadas al ámbito personal y el bienestar de los pueblos terminará siendo peor de lo que se vive en los dos países. Son pocos los que se lucran con la guerra si los comparamos con los que tienen que perder en ella. Pero son tan poderosos que no les interesa, como en este caso, que sean los países en confrontación los que pierdan en el tiempo la posibilidad de buscar y encontrar que sus gentes vivan con la dignidad que siempre se niega, porque no conviene que la conozcan. Cualquier cosa puede suceder y cualquier factor perturbador será bienvenido, para aquellos que quieren seguir defendiendo su permanencia en los gobiernos. Es la justificación que necesitan para posar de salvadores, mientras la miseria, el hambre, las injusticias y además la indignidad, siguen campeándose por sus propias tierras sin solución alguna. Cualquier gota puede rebozar la copa y ya veremos cómo ambos se rasgan las vestiduras, inculpando al otro después de habernos metido en semejante berenjenal. *Periodista, ex asesor de paz del gobierno Pastrana, ex facilitador del gobierno de Uribe para un acuerdo humanitario. lviveropaniza@hotmail.com

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