Una vez más, los ortodoxos del PDA hacen el oso al desautorizar públicamente la propuesta de Gustavo Petro al presidente electo, J. M. Santos: acordar una verdadera reforma agraria y devolverle las tierras a millones de desplazados expropiados por la violencia narcoparamilitar, en muchos casos, con la complicidad del Estado. ¿Acaso no fueron los debates del senador Petro sobre estos y otros casos, como la Yidispolítica, la parapolítica, el DAS y los falsos positivos, los que mantienen en La Picota a encopetados y tenebrosos personajes de la política y las finanzas? Lo nuevo, y ahí está la inteligencia y sagacidad de Petro, es tratar de mudar de nivel la investigación, juzgamiento y condena de los culpables, con la colaboración del Gobierno y entes del Estado, y sustraerla de la confrontación con un gobierno que apoya, defiende y encubre a los delincuentes. Uribe estuvo a punto de arrasar con nuestra institucionalidad, de no ser por las Cortes Suprema y Constitucional. La desautorización pública de la ortodoxia polista descubre resentimientos y egos heridos de personajes que, incapaces de argumentar las valientes y acertadas posiciones de Petro, acuden al parapeto de la disciplina partidaria para silenciarlo. Estos egos heridos llevan (como siempre) al PDA a su mínima expresión. Los avances del otrora PDI han desaparecido en gran parte con el PDA. Para fortuna de la democracia, el descalabro electoral del 14 de marzo no fue mayor. La consulta interna por la presidencia entre C. Gaviria y Petro dejó sinsabores y heridas, subsanables si la ortodoxia reconociera sus defectos, pero lanzó la especie de que votar por Petro era votar por Uribe, y luego de que Petro ganó la consulta, dijeron que los votos se los puso Uribe. Carlos Gaviria y la dirección ortodoxa del PDA hicieron público que no acompañarían a Petro, y tardaron 4 meses largos para apoyar la candidatura de Gustavo. Gaviria no tuvo en cuenta el principio democrático de cederle la dirección del partido al ganador, como lo hizo de inmediato Antonio Navarro con el mismo Gaviria. Todo esto alejó el voto de opinión y lo que es peor, llevó a la militancia a la perplejidad. Así, la votación de Petro es más que meritoria, y en gran medida se debe a su talante. Personalidades democráticas, pluralistas, tolerantes y sobre todo -¡independientes!- jamás contarán con el beneplácito de los ortodoxos de cualquier pelambre: ahí tenemos a Gustavo Petro, Antanas Mockus, Luis C. Galán, Jorge E Gaitán y Rafael Uribe, entre otros. Quiera la Providencia que los dos primeros no terminen como los tres últimos. La ortodoxia se pasa la vida en un rincón diciendo tener la verdad, pero la gente no le cree porque su práctica dice lo contrario. “Que se abran cien flores y compitan cien escuelas del pensamiento”, decía Mao, y sabemos de los horrores de su mandato, hasta la matanza de la Plaza de Tiananmen, y las atrocidades de las llamadas “República Democráticas” de la Europa del Este. El denominador común de la ortodoxia es su intolerancia y su tendencia a monopolizar. Aquí mismo tenemos un ejemplo: este periódico le cedió un espacio al movimiento sindical, confederado y no confederado, para expresar sus enfoques, pero quienes criticaban ayer a otros por monopolizar el espacio, hoy son los monopolizadores. *C. E. Cut-Sudeb grevas6@hotmail.com
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