Columna


De Metternich a Tyson

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

02 de agosto de 2009 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

02 de agosto de 2009 12:00 AM

La sicopatología de Correa, Chávez y Uribe está más próxima a un promotor de boxeo como Don King que a un profesor de relaciones internacionales como Henry Kissinger. A los tres los descontrola un denominador común: la erótica del poder, y para satisfacerla han revivido las causas de disolución de la Gran Colombia con porrazos verbales y amenazas de guerra. Ninguno de los tres, cuando se les suben las catecolaminas, antepone los intereses generales de su país a sus conveniencias circunstanciales. Si la balanza comercial de Colombia con Ecuador y Venezuela marcó un bajonazo de US $2.680 millones en el primer semestre de 2009 en relación con el mismo período de 2008, en territorio de los dos vecinos debe estar ocurriendo otro tanto. Estos tres rabiosos compadres se igualan, también, en la desgracia de carecer de ministros y consejeros que les sugieran ideas y les atajen entuertos. Al contrario, los rodean aduladores que les atizan otra coincidencia triple: la egolatría. Alguno convenció a Uribe de que el video del mono Jojoy y los lanzacohetes de las Farc eran las dos recetas que sacaban al referendo del coma parlamentario, y disparó sus rectos de derecha a sabiendas de que se agravaría su furrusca con Correa y le surgiría otra con Chávez. La traída de los gringos para las bases militares fue otra bendición del cielo, pues el préstamo de uso de las mismas elevó a su punto más alto la gratitud de Obama. Entre sorbo y sorbo de la cerveza que se tomó con el sargento James Crowley y el profesor Henry Gates, le aseguró a éste que la guerrilla es a Uribe lo que la última Guerra Mundial fue a Roosevelt y, por lo tanto, la similitud justificaba la segunda reelección. I am sorry mister Washington, dijo Barack ante la foto del fundador, pero el negocio de las cinco bases por la Manta, para el imperio, es redondo. No me nieguen que Álvaro es un prodigio. ¡Qué hombre tan divino! –exclaman las señoras. ¡Cojonudo! –completan los congresistas atorados de contratos y empleos y los lambones que le atribuyen categoría de conquista épica a la obligación constitucional de “Conservar en todo el territorio el orden público y restablecerlo donde fuere turbado”. Si a los puñetazos de Uribe por los lanzacohetes y el video se les arrima el archivo de la investigación contra los 86 representantes a la Cámara, o el descubrimiento de otra vileza de Correa y Chávez con las Farc, la criatura llamada “Reelección” saldrá de la incubadora a gatearle a la Corte Constitucional para que la vista con el mameluco de la exequibilidad. Dios bendito, con esos dos chorritos de agua fresca se tranquilizaría el alma en conflicto del inventor del individualismo patriótico (la doctrina según la cual la suerte de la patria depende de él y no al contrario). Confieso que estoy a un paso del uribismo. ¡Cómo no! Un tipo que suplió la dialéctica de Metternich por los guantes de Tyson para remozar nuestra política exterior, y que es un ser vivo cuando acierta y un fantasma cuando se equivoca o abusa, y que nos tiene listos para ser Estado libre asociado del Tío Sam, merece una tercera oportunidad sobre la Tierra, incluyendo dos zonas francas: la industrial de sus polluelos y la periodística de José Obdulio. ¡Ah! Y el tercer canal privado de la Tele. *Columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es

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