Columna


Del control y la autoridad

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

21 de septiembre de 2009 12:00 AM

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

21 de septiembre de 2009 12:00 AM

Gran parte de los problemas que se presentan en la ciudad, muchos de los cuales inciden peligrosamente sobre el turismo, no han aparecido de repente. Vienen de mucho tiempo atrás, sin que hayan sido atendidos con imaginación, responsabilidad y eficiencia. Entre ellos sobresale el asedio continuo e insoportable de los vendedores ambulantes en las playas apetecidas por los viajeros y en las callejuelas de la ciudad antigua. La intervención oficial, por espacio de varios años se ha limitado a promesas grandilocuentes y palabras de ocasión apartadas de resultados prácticos y de medidas concretas, con positivas proyecciones de futuro. Las quejas y denuncias son de vieja data. Para demostrarlo basta con reproducir apartes de un editorial de “El Espectador”, de enero del año 2001, dirigido entonces por Carlos Lleras de la Fuente, en el que se denunciaban hechos que era preciso solucionar de inmediato, y hoy se encuentran todavía vivos y palpitantes. Decía así el diario bogotano, al amanecer el siglo: “Infortunadamente para los visitantes promedios de Cartagena resulta decepcionante presenciar los múltiples problemas que aquejan a la ciudad, y que se traducen en deterioro del estándar vacacional a que tienen derecho. Sin negar el encanto que rodea a la ciudad amurallada, Cartagena padece de enormes deficiencias en su infraestructura turística. “Visitar una playa de Cartagena es enfrentar el profundo desequilibrio social que aqueja a esta ciudad. Las playas se han convertido en foco de desempleo, en donde pululan toda suerte de vendedores que ofrecen desde ‘cocadas’ hasta trenzas para el cabello, desde jaibas hasta masajes de piel y aceite de coco para el bronceado... “El desaseo en las calles y los malos olores complementan este cuadro de uso inmoderado y de basura, en suma de desarrollo ‘insostenible’. No puede ignorarse que gran parte de esta problemática obedece a causas estructurales no separables de la realidad nacional... Sin embargo, la impresión principal es la de un desgreño generalizado del Gobierno y las empresas locales... Los ingresos tributarios de La Heroica no son cosa de poca monta. Entonces es inexplicable que no se estén haciendo esfuerzos equivalentes para limpiar y preservar nuestro primer balneario dentro de un marco sostenible de desarrollo. Ni que tampoco se estén adelantando campañas de recuperación del espacio público, con un necesario componente social de reasentamiento de tantas personas desvalidas, cuya única esperanza de sustento radica en el turismo que se asienta en playas y calles. Ni a que a todas estas acciones no se vinculen los intereses comerciales que se lucran del turismo, o las clases dirigentes de la ciudad que parecen adormecidas en un mundo aparte. Hasta aquí el editorial de “El Espectador”, hace la carajadita de ocho años. Y, al leerlo, queda la inquietante sensación de que fue publicado, no a principios del 2001, sino en tiempo muy reciente. Hasta el Comandante de la Policía habla a diario por la TV sin poner freno al desbarajuste. Y surge, enseguida, la tentación de repetir la letra del antiguo Bolero romántico: “estamos en las mismas condiciones”. *Ex congresista, ex embajador, Miembro de las Academias de Historia de Cartagena, y Bogotá, Miembro de la Academia colombiana de la lengua. academiadlhcartagena@hotmail.com

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