Columna


Demografía en Cartagena

CRISTO GARCÍA TAPIA

08 de abril de 2010 12:00 AM

Que quisieron decir los políticos de entonces, cuando para referirse a Cartagena de Indias, siglo XVIII, la consideraban como de “tercera jerarquía de Europa”, es asunto que tocará dilucidar a los autores que más adelante se citan. Porque los de ahora, los políticos, todavía no precisan el lugar y la jerarquía que sus sucesivas gestiones hayan podido otorgarle a la ciudad que por aquellas calendas era, en número de habitantes, “la segunda ciudad del virreinato de la Nueva Granada, después de Santafé de Bogotá”. Todo cuanto se describe en Tres siglos de historia demográfica de Cartagena de Indias, de María Aguilera Díaz y Adolfo Meisel Roca, Cartagena, Banco de la República, 2009, y lo otro que en ese interesante estudio se predica de Cartagena de Indias, es un buen referente para seguirle el paso a la ciudad que en un momento de su acontecer alcanzó altas cotas en su desarrollo, tanto demográfico como económico, militar y político. Por entonces, además de las anotadas, Cartagena ostentaba el privilegio de ser el principal puerto marítimo y la primera plaza fuerte del imperio español en América, situación que de por sí le acarreaba oportunidades y riegos, los más entre estos el de la piratería y los ataques de las potencias enemigas. De los cuales hay suficiente ilustración, igual que de todas aquellas oportunidades y potencialidades que se vislumbraban, cosa distinta es que unas y otras no hubiesen sido aprovechadas, y cuando aconteció la separación definitiva del imperio de poco sirvieran a la consolidación y expansión del nuevo modelo económico y político que se inauguraba. En el documentado estudio de Aguilera Díaz y Meisel Roca, historiadores que para nada se dejan seducir por el fatalismo social, va a encontrar el lector una minuciosa y bien soportada estadística para adentrarse en la conceptualización acerca de si la Cartagena del siglo XXI, acorde con su crecimiento demográfico, ha logrado las mismas o parecidas derivaciones en lo que respecta al crecimiento y desarrollo económico y social, teniendo en cuenta, desde luego, que aquel, en el periodo objeto de estudio y hasta el censo de 2005, “se multiplicó por 65 el número de personas”. No menos interesante resulta el pormenorizado análisis de los censos de población de 1777, 1875 y 2005, eje central del libro, las lecturas derivadas de cada uno de ellos, las variables afectadas, las conclusiones y las recomendaciones para enfrentar y cerrar brechas entre los diversos segmentos poblacionales de la Cartagena contemporánea. De ahí que los autores no duden en señalar que, “hasta ahora ningún plan de desarrollo ha reconocido esta dimensión étnica y espacial de los desequilibrios sociales de la ciudad” y, consecuentemente, se aventuren a predicar que “el objetivo de desarrollar la competitividad turística de la ciudad, no debe servir mas como soporte para la profundización del patrón de segmentación urbana en términos de acceso a la ciudad histórica, la línea de playa y la bahía, y de abandono del resto de la ciudad”. *Poeta elversionista@yahoo.es

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