Columna


Desarrollo con humanismo

AURELIO MARTÍNEZ CANABAL

22 de julio de 2009 12:00 AM

AURELIO MARTÍNEZ CANABAL

22 de julio de 2009 12:00 AM

“En el contexto social y cultural, en que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral.” Son apreciaciones sabias de Benedicto XVI, en la Introducción de su última Encíclica “Caritas in Veritate”. Este documento del Papa Joseph Ratzinger confirma la alta categoría intelectual y la sintonía con el mundo que le ha tocado vivir al Romano Pontífice. Podría decirse que es la reiteración de un magisterio, que al examinar con toda propiedad las limitaciones y expectativas de avance del hombre contemporáneo, traza un rumbo donde la esperanza es el acicate para la prolongación de valores sustantivos. La verdad, la caridad, la libertad y la solidaridad son algunos de los conceptos básicos que se exaltan en el mensaje que el Obispo de Roma dirige “a todos los hombres de buena voluntad sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad”. En la crítica coyuntura que ha encarado el mundo en los meses recientes, producido el estallido de lo que era una burbuja económica, el llamamiento que se nos hace para justipreciar el contenido humano que debe tener el desarrollo, es algo que no necesita encomio. “Sin verdad, sin confianza y sin amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales”, se lee en la Encíclica del Vicario de Cristo. Mueven a reflexión los señalamientos de Benedicto XVI sobre los conceptos de justicia, como herramienta que asegura el respeto a los derechos de la persona humana y las comunidades, de institucionalidad, sin que se convierta en sinónimo de garantía para la vocación de progreso de la sociedad, y de solidaridad, que conlleva una alta dosis de responsabilidad individual y colectiva. Y todo enmarcado por la experiencia cotidiana de la mundialización, que lleva al máximo jerarca del catolicismo a expresar: “La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos”. La voz autorizada del Papa Ratzinger no se limita al recuento de las aflicciones presentes. Es una guía que sustituye la resignación por la confianza. Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger aparecía como una de las figuras preclaras en el mundo de la filosofía occidental. El debate realizado por el filosofo Jürgen Habermas y el teólogo Joseph Ratzinger, en enero de 2004 en la Academia Católica de Baviera, sobre los fundamentos morales del Estado, relievó el perfil intelectual alto de quien, poco tiempo después, sería exaltado a la máxima dignidad de la Iglesia Católica. Similar huella deja la nueva Carta de Su Santidad, ahora cuando la humanidad reclama a gritos un viraje conceptual como el que se nos entrega en la Encíclica “Caritas In Veritate”. Anuncio del “redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un mundo mejor”. *Abogado Consultor en Minas e Hidrocarburos. marcan2@etb.net.co

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