Columna


Diciembre

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

26 de diciembre de 2009 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

26 de diciembre de 2009 12:00 AM

Desde la época del hilo de pelotica se ha dicho que es el mes de los niños. También es temporada de zafra que los almacenes hacen con primas y bolsillos. Pero aún así, la escandalosa vocinglería y la actividad de juegos en sus vacaciones los consagra como dueños del último mes del año, y de la especial ternura que lo caracteriza. Los niños hacen suyos los espacios y los sentimientos. Todo se somete a su capricho y voluntad. Las brisas escasas acompañan travesuras y momentos felices. Las corrientes de aire juegan con los barriletes que caracolean movimientos en la más hermosa danza. Todos sabemos que al murmullo de la voz de Dios se le llama niño. Cuando perseguimos sublimes momentos de ternura precisamos conocer los senderos de la infancia. El proceso adquiere mágicos tintes. Todos, sin excepción, volvemos en estos bellos días a ser, por lo menos, espectadores de nostálgico suceso. El hombre solo es el sueño de una sombra, decían los abuelos. Los niños nos hacen temblar con su sinceridad, con su ingenuidad, y puede que incluso con su procacidad. Reciben de Dios los más bellos mensajes para expresarlos, para traducirlos a la raza humana que se desespera inmisericorde en guerras, conflictos, peleas y crispaciones. Ahora cada tercer día se reúnen unos gobernantes en presuntuosas “cumbres”. Esos foros, simposios o reuniones parecen tener una sola finalidad: destacar su importancia y eructar liderazgo. Los usan para escurrir el bulto a asuntos vitales que deben resolver en su país. Si las reuniones fueran de niños habría menos impertinencias, más respeto, no tendría cabida la hipocresía, el engaño o la malicia. En esta sociedad competitiva y brutal los niños son el último recurso. Hay miles de niños que se “educan” en la escuela de la calle. La inmensa jungla de asfalto, el ir y venir de miles de taciturnos, pensativos y presurosos. Las ofertas engañosas de las vitrinas sirven de contrapunto a quienes desean encontrar sentido a la vida. Buen número de niños de nuestras ciudades se ven obligados a escolarizarse en la mendicidad, la picardía, la delincuencia, el abandono, o la prostitución. Datos vergonzosos demuestran que la infancia sigue maltratada. Más de un millón de niños trabajan ilegalmente en el país. Nos hemos acostumbrado a ver que en horas de clase limpian los parabrisas de automóviles. Ya no brillan en los ojos de muchos de estos niños los rayos de alegría. A nuestra sociedad poco le interesan seres que no revierten la inversión con el voto inmediato. La niñez es una edad maravillosa en la que se proyecta y se fabrica el futuro. Pero no podemos sustituir con la superficialidad sólidos criterios educativos. Podemos resaltar los valores de la infancia, pero asumiendo que el niño debe crecer, madurar y prepararse para hacer frente a los embates y dificultades que la vida puede traerle. Si sabemos atender los fértiles terrenos de la infancia cosecharemos progreso espiritual, y preocupación por todo lo hermoso. Por la recuperación de las sonrisas de corazones hermanados, de miradas fundidas en la mejor esperanza. Ojalá que dentro de los aguinaldos se encuentre el silencio de Chávez hasta el 2 de enero. Después no importa que nos siga corriendo la madre. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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