Columna


Diplomacia y relaciones de poder

JORGE TIRADO NAVARRO

03 de febrero de 2010 12:00 AM

JORGE TIRADO NAVARRO

03 de febrero de 2010 12:00 AM

El miércoles pasado el Gobierno colombiano anunció el sobrevuelo no autorizado de un helicóptero venezolano sobre una guarnición militar en Arauca. El presidente Uribe expresó que su gobierno interpretaba lo ocurrido como un error, a la vez que el canciller Bermúdez presentó una nota de protesta ante el país vecino. Tan pronto se hizo la denuncia Caracas negó la versión colombiana. El canciller Maduro afirmó que todo hace parte de una estrategia concertada con EE.UU. para generar incidentes en la frontera. Los conflictos nacen de la interpretación distinta que dos partes tienen de unos mismos hechos. Y las partes en pugna suelen construir discursos e implementar prácticas que convenzan a la audiencia de que tienen la razón. Tanto el gobierno de Colombia como el de Venezuela pretenden con sus acciones condicionar los actos de su contraparte. Es la lógica de las relaciones de poder: con los actos propios se busca incidir en el comportamiento del otro. Con sus tácticas y estrategias cada país busca obtener ventajas en las relaciones binacionales. El Gobierno de Colombia ha decidido responder en tono mesurado las agresiones constantes que se emiten desde Caracas, y ha preferido tramitar sus desacuerdos con el país por vecino los canales diplomáticos formales, presentando sus inconformidades ante la cancillería venezolana y acudiendo a organismos supranacionales proclives a sus intereses como la OEA y la ONU. Con esta estrategia Colombia busca marcar diferencias con el estilo locuaz y estridente de la diplomacia chavista, restarle margen de maniobra al gobierno de Venezuela en esos foros internacionales, y generar la solidaridad de aliados naturales como Alan García y el recién electo presidente chileno. Bogotá quiere enviar el mensaje a la comunidad internacional de que no existe un enfrentamiento entre dos naciones, sino ataques injustificados y reiterados por parte de un presidente con pretensiones expansionistas. Por su parte, el Gobierno venezolano insiste en su táctica de presentar a Colombia como un factor desestabilizador para la región. Para ello recuerda en forma recurrente el acuerdo militar suscrito hace unos meses por Colombia y EE.UU. y los efectos negativos que el narcotráfico y la guerra de guerrillas generan para sus vecinos. Sus reparos acerca del acuerdo militar amenazaron con convertirse en una insurrección regional contra Colombia por cuenta de las preocupaciones que le causaron a una potencia emergente como Brasil. Chávez sabe que sus argumentos pueden calar en un vecindario en el que todavía predominan por margen amplio los gobiernos de izquierda. Su estrategia consiste en generar un conflicto ideológico que tiene como objetivo aislar a Colombia en la región. Aún es muy pronto para vaticinar cuál de los dos gobiernos saldrá victorioso de esta disputa. Lo único cierto es que el éxito o el fracaso de las estrategias implementadas dependerá en gran parte de que se mantenga la gobernabilidad interna. Por lo pronto, las marchas estudiantiles de protesta en Maracaibo y Caracas y los cada vez más largos racionamientos de agua y energía inclinan la balanza a favor del gobierno colombiano. Pero hay que estar alerta con la reacción de la contraparte, porque la latencia de un conflicto limítrofe es fuente de ingentes réditos políticos. *Abogado y periodista tiradojorge@hotmail.com

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