Columna


El arresto de Pedro Romero

NADIA CELIS SALGADO

20 de septiembre de 2010 12:00 AM

NADIA CELIS SALGADO

20 de septiembre de 2010 12:00 AM

Todo empezó con un grito de independencia…; La banda que se hace llamar “Pedro Romero vive aquí” nació en Getsemaní y atacó primero en la Calle de la Sierpe. Su último y fallido complot, que los condujo a los calabozos de la Fiscalía, ocurrió el pasado 10 de Septiembre. Nadie sabe cómo se infiltraron en el sector educativo pero se habla de decenas de niños cuyos cuerpos fueron usados para formar, mientras una cámara filmaba desde arriba, la palabra “paz” sobre las playas de Crespo. Es incierto cómo financiaron el video, entre otras estrategias de reclutamiento, pero para la mañana del suceso sus autores habían inducido la participación de docenas de ciudadanos. Tampoco se sabe con qué mañas convencieron a la Gerencia de Espacio Público de que los apoyaran y transportaran, pero algo debieron sospecharse porque los prometidos permisos para actuar en calles y plazas no habían sido firmados aún la mañana de la toma. La “Ocupación pacífica”, título con el que se velaba la clandestina operación, incluía desde bailes hasta clases de pintura, y habría sido exitosa de no ser por la rápida intervención de la extraordinaria fuerza pública de nuestra heroica ciudad, que se robó el show en el último minuto, cuando ya los susodichos “artistas” se movilizaban hacia sus escenarios. En un comunicado posterior, la banda aduce haber cometido un error, no un delito: confundieron la universidad pública con el espacio público. El error fue más bien no haber contado con la astucia de la Sijín. Quizás por ser la Semana de la Paz, los ladrones y asesinos estaban de vacaciones. Lo cierto es que la Policía llegó pronta a la escena, en la que los acusados pintaban con carbón vegetal una pared de la Universidad de Cartagena, crimen que ya habían detenido para cuando llegaron los cabecillas, inmediatamente trasladados al CAI del Centenario y luego a la Fiscalía. Aunque los detenidos insistieron en que el carbón se borraría con la lluvia, y la queja fue retirada, no fueron liberados hasta el final del día cuando el movimiento había sido desarticulado. Como si no supieran las autoridades en qué acaban esos motines que se dicen “pacíficos”, con sus armas de pinceles y cámaras. Como si no estuvieran ellos enterados de que esos peligrosos movimientos proliferan por todo el mundo. ¿No dijo el mismo Martí que “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”? Aún no se ha podido identificar cuál era el verdadero propósito de los bandoleros y sus secuaces –se habla de “conciencia histórica”, “memoria ciudadana”, “cultura pacífica”- pero fueron fichados para seguir con las indagaciones. De paso, la fuerza pública salvó a la ciudad de un oso proverbial. ¡Pasar eso al cumplirse 25 años de ser declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad! y a semanas de que aprobaran nacionalmente el Plan de Conservación, especialmente aplaudido por incluir las voces de todos sus ciudadanos y defender el “Patrimonio vivo”! No en Cartagena. Quede claro que aquí se defienden paredes y edificios, por muy gastadas e inundadas de basura que se vean. La alerta permanece ante el rumor de que la toma sigue en pie, y de que el movimiento sigue ganando fuerza, avivado por la “persecución policial”, que algunos pro insurgentes se atreven a catalogar de injusta. *Profesora e investigadora nadia.celis@gmail.com

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