Columna


El Cacique

ÓSCAR COLLAZOS

05 de septiembre de 2009 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

05 de septiembre de 2009 12:00 AM

Dicen que tiene mucho poder y que lo usa para hacer travesuras políticas. Dicen que es marrullero y muy eficiente en el manejo de las cuerdas clientelistas. Hace años se decía que era un hombre muy rico, pero yo le veo aspecto y costumbres de pobre. Dicen que en sus épocas de concejal hacía y deshacía alianzas con tal de apuntalar su carrera. Lo último se cumplió. Hoy es el flamante presidente del Senado y es muy posible que le importe poco pertenecer a Cambio Radical, como le importó poco haber pertenecido al Polo Democrático, al Partido Liberal o a las sectas diversas donde ofició de paso. El personaje no pertenece más que a sí mismo y a sus propósitos. Una clase social derrotada y humillada produce esta clase de ejemplares: triunfadores, altaneros, rencorosos. Se dice que intrigaba ante el Consejo de Estado para que fallaran contra Judith Pinedo. Por eso sorprende ver la foto donde aparecen la alcaldesa y el hombre, juntitos en el escenario del Teatro Adolfo Mejía. Porque, entre otras cosas, dicen que es el hombre que puso a Juan Carlos Gossaín a la diestra de Joaco Berrío, pa’ joder na’ más. Y si esto no es cierto, la sospecha es bastante probable. Tengo un pálpito: el tipo seguirá poniéndole zancadillas a la Alcaldesa, seguirá metiendo la mano en el Concejo y sacándole partido a los resultados de Cartagena Cómo Vamos y a la calificación más bien regularonga que los cartageneros le dieron a Pinedo. No es que quiera tumbarla. Lo que quiere el man es dañarle el caminado y preparar el terreno para que vuelvan los de antes. En una ciudad donde los canales de información pasan antes por Radio Bemba que por los periódicos, las cosas que se dicen del personaje tienen tintes claroscuros. Pero apuesto lo que no tengo a que el personaje es ahora objeto de adulaciones y víctima del asedio de lagartos y puya-ojos, por la sencilla razón de que coronó y llegó lejos. Hoy es el Cacique por antonomasia. Aunque no tenga pelo, lo adornan las plumas del poder. En el escenario de la vieja clase política cartagenera, es el sobreviviente más dinámico de una estirpe en estado agónico. ¡Quién iba a decirlo! El pelao del San Francisco, chiquito y ahora tirando a rechoncho, de camisa desabrochada y gruesa cadena al cuello, ha llegado lejos. Sin embargo, su ascenso en la política nacional no ha significado nada para el barrio donde le dan seguramente sus voticos. Lo bueno de mantener la pobreza, es que sirve para seguir haciendo promesas. No es que el hombre no tenga derecho a superarse. Lo ha logrado y no creo que le importen los medios. Me temo que, en su caso, la astucia es una fase superior de su inteligencia, esa virtud que sin adjetivo puede ser cualquier cosa. Como amigo debe ser condicional, como enemigo temible, dicen quienes le conocen el tumbao. Nada extraño: es un político en estado puro y provinciano, es decir, un hombre para quien el fin justifica los medios y la zancadilla no es un juego de muchachos sino una estrategia de ascenso. *Escritor y periodista. Doctor Honoris Causa en Literatura, Universidad del Valle. Profesor invitado Universidad Tecnológica de Bolívar. salypicante@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS