Columna


El contra uno**

AP

03 de abril de 2010 12:00 AM

CRISTO GARCÍA TAPIA

03 de abril de 2010 12:00 AM

Pareciera que la servidumbre fuera un estado natural del hombre. O, mejor, un estadio insuperable del hombre. Y bien puede serlo, como la barbarie. Y nadie venga a restregarnos en la cara que este umbral, miles de años después, ha sido dejado atrás por el hombre de la modernidad y por el que hoy se enseñorea sobre las vastedades terrestres, y más allá, bajo el efluvio de E= MC2. Ni lo uno ni lo otro, apreciados lectores de estos días de viacrucis y crucifixiones; de besos traidores; de rútilas monedas tasando la traición y la indignidad. Servidumbre y Barbarie son el anverso y el reverso de una misma moneda acuñada en el alba de la humanidad. Una es y la otra existe, sin excluirse; por el contrario, como si una extraña fuerza las arrebatara, se atraen. Y tienen curso legal en su destino y contribuyen a su devastación, empezando por aquella que involucra lo ético y lo moral y termina en la supresión de la vida como expresión acabada de la materialidad humana. No por casualidad Étienne de La Boétie, escritor y político francés, nacido en 1530, y muerto en 1563, escribió a los 18 años su célebre Discurso de la servidumbre voluntaria, bautizado más tarde como El contra uno, profunda y brillante reflexión sobre esa tendencia del hombre a someterse voluntariamente a la servidumbre y por ahí, a la enajenación de su libertad. Y aunque la servidumbre permea todas las vertientes del hombres, es la política la que lo abarca y connota en esa dimensión y lo expone a lo que Etienne de La Boetie llama la “servidumbre voluntaria”, el sometimiento a la tiranía. Y es por excelencia el tirano, en quien encarna nuestro admirado y malogrado ensayista francés esa suprema debilidad del hombre por la tiranía que aquel ejerce. Y se contrita, “al ver un millón de hombres miserablemente esclavizados, con la cabeza bajo el yugo, no porque estén sometidos por una fuerza mayor sino porque han sido fascinados, embrujados podríamos decir, por el nombre de uno solo, al que no deberían temer, ya que sólo es uno, ni amar, ya que es inhumano y cruel con ellos”…; Y retrata al tirano, “como un hombrecito que no solo carece de aptitudes para dirigir a los hombres, sino incluso para satisfacer a cualquier pequeña mujer”. Y sin embargo, sin más poder que el que le da el pueblo objeto de su tiranía, gobierna, subyuga, somete, esclaviza y, “cuanto más roba mas exige, y cuanto más arruina y destruye, mas obtiene y mas servidumbre obtiene”. Dignos de su suerte, los pueblos la eligen o reeligen, como acaba de acontecer en las recientes elecciones celebradas en Colombia, en donde la tiranía de la corrupción, la trampa y el dinero - elector, impusieron su tiranía. “Son, pues, los pueblos los que se dejan, o mejor dicho, se hacen maltratar, ya que para librarse de ello bastaría con que dejasen de servir”, acotó aquel muchacho de la Francia imperial que despertó la admiración de Montaigne. **Discurso de la servidumbre voluntaria o El contra uno, Etienne de La Boétie. *Poeta elversionista@yahoo.es

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