Un semanario italiano reveló una crónica de cómo un grupo de sacerdotes frecuenta el circuito nocturno y gay casi a diario. La historia se desarrolla en Roma, el santuario del catolicismo más rancio, y sitio del Vaticano. El relato pinta un cuadro sombrío para moralistas y practicantes de la religión Católica: los curas no sólo danzan con acompañantes semidesnudos, sino que tienen sexo con distintos hombres, acuden a chats sexuales y a veces, incluso, tienen relaciones con la sotana puesta. Con seguridad el sensacionalismo no es ajeno a esta crónica, escrita por un reportero y su “cómplice”, quienes realizaron bastante trabajo de campo. El ánimo de vender noticias con escenas escandalosas es un recurso común en los medios escritos. Eso, sin embargo, no excluye que detrás se esconda algo ya bastante evidente acerca de la Iglesia Católica y es que, en los últimos años, su imagen, credibilidad y valores se han desplomado, desdibujándose y generando mucha desconfianza e indignación. Se ha dicho que el mismo Papa Benedicto XVI ha sido indulgente con casos de pedofilia bien sabidos, como el de un cura que abusaba a sus discípulos niños y sordo mudos. Y ese es apenas un episodio más en un mapa extenso de destapes en que la pedofilia y la homosexualidad son comunes dentro de las prácticas de los sacerdotes. La Iglesia, que siempre hizo de la culpa un vehículo de supuesta fe, ha visto la dilución de sus instituciones. No sólo disminuyó la asistencia a las misas, en algunos casos la fe se practica por inercia, sino que además la vocación cural se trastocó hasta el punto de que hace poco, en nuestro país, permitieron que hombres casados, con mujeres e hijos, se adhirieran a una especie de nueva figura sacerdotal. Las fisuras de una de las instituciones más antiguas de la humanidad, que ahogó a mujeres para comprobar si eran brujas, que torturó a los que comulgaban con el “demonio”, y que llegó a perseguir a figuras como Galileo, un día despertó para ver los estragos que engendran sus propios principios. Esa Iglesia castigadora y amenazante de confesionario es bastante incoherente con el mensaje depurado de Jesús Cristo, alejadísimo de la coerción y el miedo. La Iglesia Católica, con su afán devastador por prohibir al hombre las cosas del mundo, ha tenido como efecto primordial alborozar el deseo por aquello que se le prohíbe. El ser humano es, en esencia, espíritu de contradicción. Tenderá a ir hacia aquello que le es negado, oculto y prohibido. En el relato, uno de los curas cuenta que el 98% de los sacerdotes que conoce es homosexual, algo que podría no ser cierto. Además, hoy hay muchas personas que desconfían en los curas por la posibilidad de que sean pedófilos innatos. Todo hay en la viña del señor, hombres que tal vez recurran al sacerdocio para eludir su preferencia sexual, u hombres que, en esa austeridad mundana absoluta, vuelcan sus instintos naturales, humanos, de hueso y de carne, hacia la aberración de canalizarlo con quienes tienen en mano: los niños. Es espinoso trazar verdades absolutas en un terreno tan desprestigiado. Tal vez la Iglesia hace mucho debió replantearse las condiciones vitales de sus representantes. Después de todo, el hombre no está hecho para vivir solo e inapetente, como lo pretende la vocación sacerdotal. *Historiadora, periodista, escritora rosalesaltamar@gmail.com
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()