Columna


El gran olvidado

RODOLFO DE LA VEGA

26 de junio de 2010 12:00 AM

RODOLFO DE LA VEGA

26 de junio de 2010 12:00 AM

El 17 de febrero de 1976 se presentó a las oficinas de “REMAR”, en Cartagena, donde yo era gerente seccional, mi amigo Rafael Malambo O., quien me informó que nuestro común amigo, José Raquel Mercado, había salido el día anterior de su residencia en Bogotá y no había regresado. Malambo temía que fuera un secuestro. Esa noche la noticia ya se encontraba divulgada por la radio y la TV. Poco después, el grupo guerrillero M-19 “reivindicó” la autoría de su secuestro y sus agentes enviaron a la prensa una fotografía como prueba. ¿Quién era José Raquel Mercado? Era él un cartagenero salido de las entrañas del pueblo, que en la lucha diaria por la vida trabajó como bracero en el Terminal Marítimo. Con una formación académica de cursos elementales, era un asiduo lector. El ejemplo clásico del autodidacta que va puliéndose a la medida que lee, que mejora su escritura, robustece sus conocimientos y desarrolla una oratoria fluida. Como miembro del sindicato del puerto logró llegar a la mesa directiva y algún tiempo después, a la presidencia de la organización sindical. No todo fue color de rosa en su carrera, hubo épocas en las que, a duras penas, podía llevar a su casa un mendrugo para, humedecido con café negro, poder ingerirlo. Conformado el Frente Nacional en 1957, Mercado vuelve a la lucha sindical y logra una posición directiva en la C.T.C., la central obrera principal del país. Tiempo después es escogido como Presidente de la Confederación. Como tal, tiene derecho a un puesto en la lista de la Cámara de Representantes por el Partido Liberal. Fue miembro de la Cámara por varias legislaturas. Por su posición elevada en la C.T.C. representa a Colombia y a los trabajadores ante la OIT, en Ginebra, Suiza. Fue también seleccionado como Presidente de la Junta Directiva del Banco Popular. Pero volvamos al secuestro del líder en 1976. El entonces obispo de Pereira, Monseñor Darío Castrillón Restrepo, se ofreció el 26 de febrero del mismo año como mediador entre la CTC y el grupo extremista M-19, que lo mantenía secuestrado. El obispo dijo estar dispuesto a cualquier cosa para salvar la vida de Mercado. Sabemos que de nada valieron las buenas intenciones de Monseñor Castrillón. El M-19, mediante un juicio sumario, declaró a José Raquel traidor a la clase trabajadora y colaborador de la CIA. Cautivo e indefenso, “lo ajusticiaron” con la anuencia de los directivos más altos del “Movimiento 19 de abril”. Su cadáver fue abandonado en un parque de Bogotá. El Gobierno, los gremios, los directivos sindicales y la nación entera, protestaron por lo que, a todas luces, aparecía como un asesinato. Siguieron otros acontecimientos graves, también de la autoría del M-19, como la toma de la embajada de República Dominicana y la irrupción violenta a sangre y fuego en el Palacio de Justicia. Mediante negociación entre el Gobierno nacional y el M-19, a este movimiento se le concedió perdón e indulto; se organizó como partido político y sus miembros más sobresalientes han ocupado y ocupan posiciones altas en el aparato político de la Nación. Todo el país se ha enterado de la condena a 30 años de cárcel recaída sobre el coronel Alfonso Plazas Vega, por hechos que se derivaron de la recuperación del Palacio de Justicia. Yo me pregunto: ¿a quién debe cobrársele el asesinato de José Raquel Mercado? *Asesor Portuario fhurtado@sprc.com.co

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