Columna


El héroe de Minneapolis

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

08 de diciembre de 2009 12:00 AM

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

08 de diciembre de 2009 12:00 AM

Minneapolis es una ciudad muy bella, pero fría…; Está llena de suecos por todas partes, y todo el mundo se llama Erickson, Anderson, o Peterson. En el otoño, las hojas de los árboles revolotean con el viento y se tornan de colores rojos, amarillos y rapé. Por los caminos y avenidas de Minneapolis, los árboles sembrados a lado y lado, se entrecruzan en el centro, conformando una bóveda natural con una gran profundidad de campo, que la hacen única en América. Está llena de lagos y de jardines, donde se mecen las hojas secas, dando la sensación de aplaudir a los caminantes. Allí, en esa ciudad fría, un cartagenero se erigió en el ídolo de las multitudes en el “Metrodome”, inspirando a los Mellizos de Minnesota, y provocando una calurosa algarabía cartagenera en las gradas del estadio. Para uno, que no le perdió pie ni pisada a los colombianos que jugaron en las Grandes Ligas, fue emocionante ver la euforia de Orlando Cabrera, cuando condujo a su equipo, en un juego épico, al triunfo sobre los Tigres de Detroit, con una pizarra de 6 a 5. El desempeño profesional de Cabrera en la temporada será uno de mis mejores recuerdos del año que termina. Pude bailar y gozar indescriptiblemente cuando Cabrera bateaba de “Home Run”, para ganar los partidos llenos de dramatismo y de suspenso. El comentarista caribeño, Cándido Maldonado, no cesaba de aclamar al colombiano que despertaba a los Mellizos, mientras el público alborotado aplaudía con frenesí a su héroe que saltaba y corría por la gramilla del estadio. El cartagenero, decían los comentaristas, fue el artífice de los 17 triunfos alcanzados por su equipo, en los últimos 21 juegos de temporada, y fue considerado siempre como el capitán de la novena que, sorpresivamente, dejaba “manilla en mano” a sus adversarios. En medio de la celebración, sentía un verdadero orgullo al escuchar al torpedero colombiano decir con euforia contagiosa: “El éxito del equipo, fue la unión, había química entre nosotros, y por eso, salimos adelante. Le dije al mánager, vamos a estar en la postemporada y así fue. El partido contra los Tigres de Detroit, fue el más increíble que jamás haya jugado en las Grandes Ligas.” Qué alegría que el hijo de doña Josefina, la maestra del colegio “Fe y Alegría” en Las Gaviotas, haya infundido un rayo de luz y de calor a esa ciudad, donde las multitudes escandinavas estallaron en éxtasis ante el triunfo de su equipo. Sencillamente, yo no podía creer que esos miles de suecos, altísimos y a veces inexpresivos, celebraran la victoria con un festejo similar al del Once de Noviembre en Cartagena, luego de los partidos en donde se sentía toda la magia del béisbol. Independientemente del triunfo vibrante de los Yanquis, Cabrera también saboreó las mieles de la victoria…; El niño que asistía al estadio de la mano de su madre, desde los 4 años, se convirtió en un verdadero gigante, en un escenario donde el nombre de Colombia apenas es conocido. Estas líneas sólo pretenden darle las gracias a Orlando Cabrera porque ahora Cartagena no será una ciudad desconocida en el mapa del mundo, sino la cuna de un héroe verdadero, capaz de romper todos los récords cuando los locutores transmitían los famosos “numeritos del partido”. *Directora de Comunicación Social de Unicartagena saramarcelabozzi@hotmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS