Columna


El Museo y la Inquisición

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

20 de julio de 2009 12:00 AM

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

20 de julio de 2009 12:00 AM

La Academia de la Historia es la más importante institución cultural de Cartagena. Fundada en 1911, al cumplir el primer centenario de la declaración de independencia, ha cumplido, durante 98 años, plausible labor de estudio del pasado para revivir, en unos casos, y restaurar, en otros, las vicisitudes y hazañas de la existencia de la ciudad. Gracias al perseverante trabajo de la Academia ha sido posible reconstruir el devenir de la urbe desde su fundación. De la pluma de sus miembros resurgieron no pocas figuras opacadas por el tiempo. Y fue trazado el camino de varios siglos en los que se convirtió en presa predilecta de filibusteros y corsarios, y en obsesión de los monarcas enemigos de la corona española. La tersa prosa y la erudición de innumerables académicos fijaron para siempre las figuras de Pedro Claver, de Rafael Núñez, de los mártires de Morillo y de Soledad Román, entre muchos, y rescataron los detalles de la construcción de baluartes y castillos. De otra parte, a pesar de cuanto se diga, el manejo de la Inquisición y del Museo Histórico, desde 1954, por parte de la Academia, fue sobresaliente. De manos del Municipio recibió un edificio completamente en ruinas, como consta en el acta de entrega de hace 54 años. Y lo restauró devolviéndole el esplendor de su pasado. Luego, entre 1983 y 1985, procedió otra vez a su reconstrucción, con el apoyo de la Corporación de Turismo que gerenciaba mi amigo inolvidable Augusto de Pombo. Asimismo, gracias a su atención continua e incansable iniciativa, pudo ampliar el material museológico y se montaron salas de reproducción del Tribunal del Santo Oficio y de los potros y elementos de tortura utilizados por los inquisidores. Para enriquecer aún más el conocimiento del mundo inquisitorial fueron adquiridos por la Academia o por miembros de ella pinturas y grabados sobre el tema. En una de las paredes del patio interior del inmueble, la Academia expuso, para ilustración de los visitantes, la historia de la Inquisición, desde su establecimiento en el año 1233 por el Papa Gregorio IX. Gracias a su intervención se reglamentó el museo, mediante un completo estudio elaborado por los académicos Jiménez Molinares y Luis A. Múnera, que fue aprobado por el Concejo de la época. Por último, en 1997, la Presidenta Judith Porto de González acondicionó y embelleció en el segundo piso un Salón de Actos que cumplió una extraordinaria labor. Hoy hasta su nombre ha sido borrado del lugar con mezquindad inaudita. La Academia de la Historia es una institución que honra a Cartagena. Su mantenimiento y financiación, como lo estableció claramente el Concejo del Distrito deben pagarse con recursos derivados de los ingresos del Palacio de la Inquisición lo que, en gran parte no ha sido cumplido hasta el momento, pese a las instrucciones precisas que, en este sentido, impartió, varias veces, la Junta Directiva del IPCC. Por fortuna la suerte de la Academia se encuentra hoy en manos del Concejo Distrital que sí tiene clara conciencia del valor inestimable de la institución. *Ex congresista, ex embajador, ex cónsul general, Miembro de número de la Academia de la Historia de Cartagena, Miembro de la Academia de Historia de Bogotá, Miembro de la Academia colombiana de la lengua.

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