Columna


El número 100

LIDIA CORCIONE CRESCINI

11 de agosto de 2009 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

11 de agosto de 2009 12:00 AM

Cuando empezamos a estudiar matemáticas y oímos pronunciar el número 100, nos imaginamos una gran cantidad y con asombro pensamos en algo copioso, tumultuoso o exagerado. Pero cuando poseemos la conciencia de diferenciar y ubicar la significación de ese número para convertirlo en pesos colombianos, sin ser grandes matemáticos entendemos inmediatamente el valor de esta cifra. Desde niña he oío decir a mamá: “cuida los centavos que los pesos se cuidan solos”. Entonces me reía sin comprender a fondo el mensaje tan profundo que esto significa, pero después lo apliqué. Hace días me sucedió algo muy curioso que me dejó con el corazón anudado. Llevé mi carro a lavar en un establecimiento y un joven amablemente me trajo una silla mientras le ponían manguera y lo pulían. Pasados diez minutos cerca de una canaleta pude observar a otro muchacho de 18 años, aproximadamente, que hurgaba en el lugar, levantaba unos plásticos e insistía, queriendo hallar no se qué. Así permaneció durante 15 minutos. Su rostro reflejaba preocupación y angustia; ante mi curiosidad, le pregunté: ¿qué escondiste por ahí? Y me respondió: nada, estoy buscando 100 pesos que se me cayeron y no puedo encontrarlos, seguro que se metieron en una ranura y para rematar me están haciendo mofa. Debió ser que su presupuesto para tomar el bus se le descompletó y esto se constituyó en un problema serio para sus finanzas. De cien en cien se crece la pila y se llena el infaltable chonchito de barro o de plástico que nos incita al ahorro. En eso consiste la polaridad de la balanza: unos necesitan cien pesos y otros millones de pesos, y esos cien pesos devaluados son la solución en un momento dado para un cristiano. En ocasiones se mira esa moneda cobriza con indiferencia y se va dejando en cualquier sitio, una coquita, un cenicero, un plato, un mueble, porque esa cantidad de menudo pesa, rompe los bolsillos, hace mucho bulto, y en verdad, si miramos las cosas de manera objetiva, nuestro dinero y su valor adquisitivo se ha vuelto “dinero menudo”, pesa y no por su peso sino por la trémula carga que deben soportar muchos en ese vía crucis que tienen que vivir a diario para cargar con una familia entera soportada de un tilín con el sueldo mínimo legal. Si lo analizamos en números, es bastante porque hablamos de miles y miles de pesos, pero si miramos realidades, nos damos cuenta inmediatamente de que esas personas estiran el centavo y lo moldean hasta más no poder, como si fuera de látex. Los convoco al ahorro, a no dejarse vislumbrar por artículos innecesarios, a no dejarse devorar por la sociedad de consumo, a vivir tranquilos en vez de agobiarse por aparentar, a dar gracias a Dios por lo que se posee y no a maldecir por lo que no se tiene, a tener aspiraciones sin ser ambiciosos, a compartir más con los necesitados y dejar de un lado la avaricia (nos incluye a todos y en especial a aquellos gobernantes que piensan en sus intereses y no en el de la comunidad). Bien dice mi madre, que podrás haber ganado una fortuna, pero si te la has gastado toda y no has ahorrado, no tienes nada. Cuidemos hasta el último centavo como este joven, y démosle el aprecio debido a esas monedas, que son una verdadera fortuna, aunque usted no lo crea. *Abogada, escritora y docente en Filosofía CBC. licorcione@gmail.com

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