Columna


El paradigma del “Tapón”

JAIME ALBERTO RESTREPO CARVAJAL

18 de octubre de 2009 12:00 AM

JAIME ALBERTO RESTREPO CARVAJAL

18 de octubre de 2009 12:00 AM

Una gran noticia geoestratégica para la costa pasó muy inadvertida: la “Transversal de Las Américas” unirá la frontera venezolana con la panameña, así Colombia honrará su compromiso, ante el “Plan Puebla - Panamá”, de llevar una autopista hasta Palo de Letras, hito donde se inicia Centroamérica. Hace muchos años, la selva húmeda y rica en biodiversidad entre Panamá y Colombia se bautizó como el “Tapón del Darién”. Desde entonces la conciencia colectiva de ambas naciones la concibe como una obstrucción infranqueable que impide ir de la Patagonia hasta Alaska por tierra. La empatía y voluntad política entre el Presidente panameño Martinelli y Uribe es tan cercana como el tramo que falta (109 Km), ¡está más lejos Cartagena de Barranquilla! A solo 378 Km de Medellín por vía pavimentada (doble calzada, muy pronto) queda Lomas Aisladas (Urabá), de allí a Palo de Letras habría que construir 51 Km con un puente sobre el río Atrato. Del lado panameño faltan 58 Km de la frontera a Yaviza, donde hoy termina la Carretera Panamericana, a solo 261 Km de la capital. Es decir, Urabá quedaría a 312 Km y Medellín a 748 Km de un puerto en el Pacífico, sin pasar por el canal, para estar más cerca de las dos nuevas locomotoras del mundo: India y China. Quienes rechazan la carretera no aducen el alto costo (es relativamente poco) sino los riesgos étnicos, ambientales, aduaneros, fitosanitarios y de inseguridad (tráfico de drogas, armas y personas), paradigmas que debemos desmitificar de cara a la nueva realidad del mundo. La ingeniería y la conciencia ambiental del siglo 21 son prendas de garantía para la construcción sostenible de esta obra (las vías elevadas sobre pantanos sureños de EEUU son buenos ejemplos). Está concebida como una “vía de paso”, es decir, no tendría caminos de penetración sin control para evitar la colonización y “potrerización” de dos reservas naturales indígenas (Katíos y Cunas), protegidas por la UNESCO, comunidades que tendrían una gran oportunidad de mejorar su calidad de vida con ecoturismo, al tener un “Museo Lineal Ambiental” a cada lado de la vía. El nuevo tramo contaría con puestos fronterizos en cada extremo y doble control aduanero, migratorio, fitosanitario y sitios de cuarentena (la carretera que cruza la selva del Petén, entre Guatemala, Belice y México, cuna de civilización Maya, es otro referente). Ojalá los panameños no resistan la “tentación” de ver una autopista moderna que llega hasta el límite y decidan hacer su tramo pronto. Antes, debemos convencerlos de que con retenes vigilados fuertemente controlarán mejor su frontera (los delincuentes siempre tendrán la selva y el mar como atajo). Por su parte, los ambientalistas y humanistas deberán aportar soluciones, exitosas y probadas, para los problemas identificados de fragmentación del ecosistema e impacto étnico. Si Ecuador y Venezuela nos cierran las fronteras y simpatías, debemos mirar hacia el mercado atractivo de 60 millones de centroamericanos, ávidos de nuestros productos y servicios (energía y gas). El turismo que generaría una América conectada de punta a punta sería gigantesco. Por ahora, los panameños tienen toda la carne puesta en el asador en su prioridad estratégica: ampliar el Canal; el mayor incentivo para acabar la Carretera Panamericana ya. *Ing. Civil y MBA, Directivo Empresarial restrepojaimea@gmail.com

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