Columna


El predialazo

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

24 de enero de 2010 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

24 de enero de 2010 12:00 AM

Cuando se levantaron las primeras vallas anunciando que el desarrollo de Cartagena dependería del recaudo oportuno del impuesto predial, El Diablo, un personaje que se mueve entre el Parque de Bolívar y las calles aledañas pidiendo “un billetico”, les dijo a los contertulios del restaurante Polo Norte: “Prepárense para un mapolazo con el reajuste del catastro”. Meses después, el 6 de enero, El Diablo oyó a alguien que en el portal de Los Moros le decía a una dama con aura de marquesa: “La única manera de que los maltratados con el reavalúo asimilen el golpe es ganándose el descuento si cancelan antes del 31 de este mes”. Enseguida, volvió al Polo como un bólido a remachar su advertencia: “Busquen los recibos y aténganse al ‘pague primero y reclame después’ de los barrigones del Codazzi”. Sí, un indigente jacarandoso dio la voz de alerta a las víctimas de un instituto que suele hacer esa gracia de lustro en lustro. Si estamos de acuerdo con Lope de Vega en que hay que creer en las sospechas, la rebaja de las exacciones llegará con los rostros de Jorge Isaac y Julio Garavito, un poeta y un ingeniero que tienen la virtud de normalizar las tarifas que los alcabaleros inflan con cálculo y puntería. Vivimos en un país donde los problemas de esa naturaleza se resuelven con gruesas dosis de pragmatismo. ¿A quién pertenecerá, políticamente, el Agustín Codazzi? Valdría la pena saberlo. Produjo hilaridad que el director de dicho instituto, el señor Iván Darío Gómez, viniera a convencer a los cartageneros de que el predialazo confiscatorio con que nos dio el feliz año nuevo se había hecho con rigor técnico. Y más aún que nuestra alcaldesa dijera que el reavalúo fue producto de un trabajo de campo meticuloso y estricto. Supusimos que adelantado por expertos en patrimonios inmobiliarios, barrio por barrio, casa por casa, apartamento por apartamento, y local por local. Pero como a los columnistas nos ponen quejas de los abusos oficiales, una señora amiga, viuda de 80 años, me llamó para decirme que a ella le habían subido el predial de $4.512.347 que pagó en 2009, sin visitarle la propiedad, a $14.688.431 en 2010. Que le explicara dónde radicaba el rigor técnico de un reajuste que triplicaba el cobro anterior, que tenía apenas año y medio de haber sido referenciado, pues su apartamento era nuevo y lo había estrenado en noviembre de 2008. En el cinismo del doctor Gómez, le dije. No tuve otra respuesta. Casos hay en los que el reajuste fue del 500 por ciento, y no sólo en los barrios de “gente rica”, sino en zonas urbanas de clase media económica cuyos propietarios viven al día, de los sueldos del señor y la señora y de los primeros ingresos del hijo mayor. Por algo aconsejaba Thoreau, en sus momentos de excitación dominante, el deber de la desobediencia civil. Faltaba la falacia cumbre, la del pago cómodo: 30 por ciento de cuota inicial y cinco años de plazo para el saldo. Si las cifras quedan como están, del 2010 en adelante habrá que repetir la operación con otro 30 por ciento y otros cinco años por los siglos de los siglos. Peor para el Distrito y peor para los confiscados. El primero no recaudará todo lo que podría, y los segundos vivirán con las arterias puyadas por los colmillos del nuevo Drácula: el Estado de opinión. *Columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es

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