Columna


El sentido de lo justo

MIGUEL YANCES PEÑA

14 de septiembre de 2009 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

14 de septiembre de 2009 12:00 AM

Independientemente de lo que digan las leyes, el hombre tiene un sentido propio de lo justo, del cual, estas, no hacen más que registrarlo por escrito de manera siempre incompleta e imperfecta. Ese sentido superior, no lo dudo, es parte importantísima de la convivencia social. No hay instrumento más poderoso (además de la lógica argumental y el sentido común) que el reclamar justicia (por ejemplo, exigir ser tratado conforme se ha procedido en casos similares) porque el individuo –salvo excepciones patológicas- no puede actuar de manera injusta cuando juzga a sus semejantes; y si lo hiciere, un sentimiento de culpabilidad se encargará de reclamárselo. En otras palabras: el hombre es justo por naturaleza, y cuando no, algo esta fallando. Dos de los principios sobre los que descansa el sentido de lo justo, son: el no hacer a otro lo que no queremos que nos hagan, y el ser juzgado igual a los demás en condiciones similares: la opinión sobre los otros, en sí, ya es un juicio. Algunos individuos van más allá; reaccionan a favor de la parte vulnerada; protestan, se exponen y asumen riesgos para evitar o corregir lo incorrecto; no obstante la gran mayoría permanece silenciosa (cómplice, si se quiere) ante las injusticias que se cometen sobre los demás. Lo que sucede es que, contrario a la educación patriarcal y monoteísta que se nos imparte desde la edad temprana, y que va formando en el subconsciente la imagen de un ser superior, objetivo, equilibrado y justo, que juzga nuestros actos (los padres en la infancia y dios en cada una de las religiones), la organización social -ante el derrumbe de ambos paradigmas- resuelve los conflictos mediante el enfrentamiento de fuerzas e intereses, bajo el criterio de que la mayoría (esa es la democracia) es poseedora de la justicia y la verdad. ¿Quién si no, ante la pérdida total de valores que corroe la sociedad? Si bien se pudiera argumentar –para controvertir lo anterior- que los juzgados y tribunales de justicia, son el espejo de ese ser superior objetivo, equilibrado y justo que cada uno busca en la solución de sus conflictos, lo cierto es que alrededor de ellos están actuando siempre esas fuerzas exógenas, cuando no los sentimientos y las emociones que desfiguran la justicia. Sin perder de vista que también mediante esa confrontación de fuerzas sociales, políticas y económicas, es que se va construyendo todo el andamiaje jurídico que los juristas aprenden y aplican. Muchas veces olvidando el principio superior que le dio origen (el espíritu de la ley); que no es más que ese concepto de lo justo, de lo debido, de lo socialmente conveniente, que los pueblos han construido en siglos de existencia. Y extraviados en esa selva de información legal, los seres humanos han ido perdiendo el sentido de lo justo; lo confunden con lo legal; han olvidado que la ley puede ser injusta, y en ocasiones lo es. Y entre lo justo y lo legal, cuando entran en conflicto, como sucede en muchas circunstancias, debería primar lo primero. Valgan estas reflexiones, para despertar similares en quienes en el macro o micro ordenamiento social, deben cumplir la función de jueces. Y en quienes se autoerigen en jueces de los demás, o circunstancialmente lo son. *Ing. Electrónico, MBA, Ex Superintendente (Pensionado) Electricaribe. myances@msn.com

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