Columna


El silencio de las coronarias

CARLOS GARCÍA DEL RÍO

25 de marzo de 2010 12:00 AM

CARLOS GARCÍA DEL RÍO

25 de marzo de 2010 12:00 AM

La vida puede depender de cosas muy pequeñas. De las arterias coronarias, por ejemplo, con un diámetro promedio de 3 milímetros. Sin embargo, dentro de ellas fluye el líquido más importante del universo. Tan diminutas, llevan la sangre oxigenada al musculo del corazón, una bomba maravillosa, que trabaja sin descanso desde antes de nuestro nacimiento y de la cual dependemos para vivir. El problema es que esos viaductos finos tienen un código secreto de silencio. Debido a este pacto misterioso, la grasa que comemos puede depositárseles adentro, disminuyendo su diámetro paulatinamente sin que las alarmas se disparen, incluso cuando sólo un 10% de la luz del vaso es permeable. Nuestro organismo, de funcionamiento extraordinario y complejo, nos envía continuamente señales externas. Como el dolor, que a pesar de atormentarnos, es una de las alertas más poderosas que del cuerpo para decirnos que algo sucede; sin el, muchas enfermedades pasarían inadvertidas. En la enfermedad de las coronarias –desafortunadamente- el precio del silencio es muy caro: la mitad de los que la padecen, morirán súbitamente, sin saberlo. Es mucho más frecuente que lo que quisiéramos. De hecho, es la primera causa de muerte en el mundo: cobra entre de 8 y 10 millones de personas cada año. Es algo así como una cuarta parte de la población colombiana. ¿Cómo llegamos a estas cifras tan espeluznantes? Quizá porque perdimos el rumbo darwiniano. Nuestros primeros ancestros caminaban distancias grandes para encontrar la comida diaria: frutas y legumbres. Quizá tenían stress, pero no tan constante como el nuestro. No conocían las grasas trans, ni abusaban de la sal. Nuestro mundo es muy diferente. Hay más prisa y menos tiempo para caminar las estepas urbanas. Hay más comida rápida, rica en calorías, más cigarrillos y más stress para alcanzar el éxito. Es el coctel perfecto para llenar de grasa a nuestras arterias calladas. El panorama no es halagüeño en nuestra querida Cartagena. Las coronarias también están dentro de nuestras primeras causas de muerte y no parece que podamos detenerlas en un futuro próximo. Según la OMS, los países en vía de desarrollo, tendrán una pandemia de enfermedades cardiovasculares en las próximas dos décadas, por lo que se espera un aumento grande de la mortalidad. Los estudios recientes demuestran que en los países donde la muerte cardiaca ha disminuido, la estrategia de combatir los factores de riesgo aportó el 50% y la implementación de terapias basadas en la evidencia aporto el 50% restante. Esta es una lección fundamental para planear nuestras estrategias futuras. Urge un compromiso entre los responsables políticos y los estamentos científicos, para encontrar la manera de llegar a la mayoría de la población y difundir los buenos hábitos alimenticios, fomentar el ejercicio, estimular el chequeo periódico de la presión arterial y el colesterol sanguíneo. En Cartagena, el Distrito debe incentivar y apoyar los esfuerzos de entes de salud con excelencia, en el manejo de enfermedades cardiovasculares. Solamente con el trabajo organizado, en equipo, podremos ganarle a este asesino misterioso. **Profesor Facultad de Medicina Universidad de Cartagena cargaries@yahoo.es *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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