Si las elecciones atípicas para la Gobernación de Bolívar se cumplen el próximo 5 de septiembre, como está programado, cualquier resultado dejaría un manto de dudas sobre su realización. No se trata de anticipar la ocurrencia de un posible fraude, sino de señalar el verdadero acto de magia que implicaría la ejecución de inversiones superiores a los 8 mil millones de pesos en menos de 15 días hábiles, para organizar el proceso electoral. A pesar de la oposición de varios candidatos a la solicitud de la Registraduría Nacional del Estado Civil de aplazar por 45 días las elecciones, es lo más sensato que se ha escuchado en este singular debate, que para buena parte de los bolivarenses es un episodio absurdo de la democracia. Independientemente de las fortalezas y debilidades de los candidatos, de los intereses en juego, del tire y afloje entre “pesos pesados” del caciquismo político por dominar el Palacio de la Proclamación, y de los esguinces a la ética que se asoman en la contienda, la suspensión de las elecciones debería ser un asunto de sindéresis. Aunque algunos asesores de campaña desestiman la comparación entre el costo de las elecciones y las grandes necesidades del Departamento, con el argumento de que “8 mil millones de pesos son nada, frente al presupuesto que maneja la Administración seccional”, tal inversión es un insulto a la cordura, si se tiene en cuenta que el mandatario elegido estará solamente un año en el cargo. Todas las explicaciones que he encontrado entre los defensores de las elecciones atípicas tienen soporte en la lógica política, el razonamiento electoral e inclusive en retaliaciones personales o de movimientos, pero ninguna se sostiene en su eventual trascendencia para el bienestar colectivo de los bolivarenses. ¿Conocen acaso los electores las propuestas o programas de gobierno de los candidatos? Se dice que la importancia de estas elecciones está en que quien resulte elegido tendría la posibilidad de garantizar a su partido o grupo la escogencia del próximo gobernador para el periodo regular, gracias al manejo de contratos y de la burocracia departamental. Premisa tan real como ignominiosa. El pronóstico de una abstención elevada en esas justas electorales no solo proyecta el rechazo colectivo a la desatinada inversión, a la pereza de asistir nuevamente a las urnas dentro de un año, y la descalificación de las motivaciones que evidencia el debate, sino a la imposibilidad física de miles de ciudadanos del centro y sur de Bolívar, quienes con el agua a la cintura por las inundaciones, en lo que menos piensan es en salir a votar. Si se aplicara una lógica diferente a la electorera, los propios políticos estarían unidos para convencer al Gobierno y al Congreso de buscar fórmulas para unir lo que falta del mandato con el próximo periodo regular y hacer una sola elección, destinando esos 8 mil millones y recursos adicionales para atender la emergencia invernal y las necesidades más apremiantes de los bolivarenses. germandanilo@hotmail.com
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