Parece que le tuviéramos desconfianza a la verdad. Con frecuencia absurda juramos para respaldar hechos y situaciones. Lo hacemos sin que nadie nos lo pida, porque partimos de la base de que todos somos embusteros. Así, casi inocentemente, comienzan nuestros males. Mentirle al fisco es gracia, al prójimo una necesidad. Sin motivo o razón alguna le disparamos a quien sea, una sarta de mentiras. Por eso algo de razón tiene nuestra malicia indígena, cuando toda información la recibimos con recelo. Un ambiente de sospecha opone reparos, y confrontaciones. Hay que tener cuidado con la palabra verdad. Porque la verdad del uno no siempre es la del otro. Además, entre seres diferentes existen enfoques imposibles de salvar con una palabra mágica. Aun la persona frente a sí misma observa desfases entre lo que percibe como realidad y los hechos. Dicen que la mentira es un ingrediente importante en el amor. En la disciplina erótica todo vale. Quien no recurra a alguna mentira corre peligro de fracasar. Pero cuando lo golpean con una, quejas y protestas. La sabiduría no es patrimonio de los que dicen la verdad, sino de los que la exploran. Nadie dice toda la verdad siempre. Algo se nos escapa, o se nos atraviesa. Ese emplazamiento de decir "la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad" tiene orígenes judiciales y un retintín odioso. Cuando las personas están sometidas a esa conminación, es cuando se producen más embustes. Cómo será nuestra obsesión por la mentira, que cuando somos impertinentes con alguien decimos que le cantamos la verdad. La verdad queda equiparada al insulto. En eso de exaltar la mentira se consagra el lenguaje diplomático. Sistema insigne de la hipocresía, que es peor que la mentira. No hay nada más detestable que quienes se sienten propietarios exclusivos de la verdad. Estas personas nos inquietan porque las asociamos con axiomas, doctrina, y ortodoxia. Vainas que son "jartas", y dañinas. Vemos la mentira con alguna simpatía. Estamos entrenados para recibirla sin reparos. Acompañada de la viveza y la agilidad mental, ha sido sinónimo de inteligencia en nuestra cultura. El embuste ha sido herramienta poderosa para la humanidad. Los muchachos de hoy suelen comenzar sus explicaciones con “la verdad es que...” A quienes les escuchamos se nos disparan las alarmas de que comience otra mentira. Es bueno recordar que cuando Dios fue hombre, iniciaba sus parábolas diciendo: “en verdad, en verdad os digo”. Ahora mientras más hablamos de verdad…; A la mentira graciosa se le confunde con la imaginación y la fantasía. Político o seductor que no mienta, por desgracia, no tiene éxito. La realidad tiene aristas que laceran y perturban. Hacerlas menos contundentes ha generado esa epopeya de mentiras que llamamos con ingenuidad "piadosas". La novela, y la ficción, tienen relación con una epidemia de mentira que conmueve y cautiva. La gracia supera al rigor. El cuento noquea a la historia. Vamos a terminar antes de que se nos dispare una que otra mentira más. Nos aterra ser catalogados como gente que siempre dice la verdad. Que buen propósito sería erradicar la mentira. Pero esa tarea es para los dioses. Hasta ahora no han podido. ¿Simpatizarán con los embusteros? *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com
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