Columna


Empresas de salud

MIGUEL YANCES PEÑA

14 de diciembre de 2009 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

14 de diciembre de 2009 12:00 AM

Un balance de lo que ha sido la Ley 100 en lo que tiene que ver con la salud, debe hacerse comparado con lo que existía antes del año 1993, fecha de su expedición, y con lo que se esperaba de ella. E involucrar a todas las partes, y a todos los actores del sector, en especial, a la población receptora de los servicios, su razón de ser. También debe enfocarse con sinceridad en las falencias detectadas con el fin de ir corrigiéndolas, porque aunque el sistema no es auto sostenible –si se le hace trampa menos- regresar al estado administrador es hoy en día un imposible. Es difícil negar que en lo que tiene que ver con los consultorios, hoy llamados EPS; los centros de diagnósticos y clínicas, hoy llamadas IPS; y los consumibles (medicamentos, y materiales requeridos en los procedimientos médicos) se ha mejorado mucho, y se ha ampliado la cobertura. Y por otro lado, el número de universidades y de profesionales ha crecido reduciendo el déficit que existía antes de la Ley. Pero sucede que en el momento en que surgen los empresarios, consecuencia de la Ley, también aparecen los trabajadores, y con ello, la lucha eterna entre empleados y empleadores (proletarios y capitalistas; o explotados y explotadores, dice la doctrina comunista). En realidad esas relaciones siempre han existido en el sector, pero antes el empresario era el estado que nunca se rigió por criterios empresariales, y terminó derrotado por la clase trabajadora. Ahora el empresario privado es quien aporta el capital y la organización, y aspira a obtener una utilidad proporcional a su esfuerzo y al riesgo, porque el capital es a su vez trabajo acumulado. Y los trabajadores, quienes aportan sus habilidades y conocimientos, aspiran a recibir un salario acorde con sus estudios, su aporte social, y los riesgos que asumen al ejercer la profesión, pero en un régimen de oferta-demanda. No obstante la empresa privada implica competencia, y esta obliga a los empresarios a ser innovadores, y a buscar la excelencia tanto en precios como en calidad: eso es bueno. Y para ello requieren más capital, mentes brillantes, economía de escala (es decir ampliar su participación en el mercado y buscar nuevos) y ser más eficientes en servicios y en costos. Esa es la nueva realidad. Es posible que a los médicos de antaño los haya tomado por sorpresa esta nueva dinámica, porque ellos mismos fijaban su remuneración; y vendían, directamente sus servicios a los enfermos (con poco poder negociador) y al estado, en un mercado de oferta médica controlada desde las universidades. Pero los médicos jóvenes saben desde antes de ingresar a la universidad, que el mercado laboral es competido por muchos colegas que salen de muchas universidades, y que tienen que ser competitivos. En esa dinámica de mercado, es cada día más difícil pagar salarios fijos. Hoy en día se mide y se exige una cantidad determinada de trabajo a cambio de un salario fijo. O, en una especie de alianza de mutuo beneficio, que mantiene la motivación de la fuerza laboral clave en la prosperidad de las empresas, y reduce los riesgos de quiebra, se paga un básico, y una comisión proporcional al beneficio que recibe el empresario. Todo lo anterior redunda, es observable, en beneficio de la población sin distingo de clase. *Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe myances@msn.com

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