Columna


Gente inteligente

MIGUEL YANCES PEÑA

07 de junio de 2010 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

07 de junio de 2010 12:00 AM

Una persona inteligente –si se le puede llamar inteligencia y destacar como un valor humano el individualismo– que logra una posición de poder político, evita desacomodar a los que ya están instalados en otras instancias de poder, porque se puede meter en problemas. Eso hace la mayoría. El poder alcanzado casi nunca es un fin desde el cual trabajar por los demás, sino un medio para hacer amistades y favores, y a su vez recibirlos; o ascender otro escalón para ser cada día más importante, más exitoso, y mejor pagado (como novia que busca entre los amigos del enamorado un mejor partido). Cuando no, para hacerse de manera mal habida a unos dineros públicos. No conciben el éxito como la transformación altruista del entorno sobre el que influyen, o el crecimiento personal y la satisfacción interior del deber cumplido; si no como el ascenso en la escalera burocrática, y el incremento de la adulación que le propician quienes están a la espera de obtener favores. Por eso nada cambia. Porque los poderosos son “inteligentes” y evitan pisar cayos. Sin embargo de vez en cuando aparecen hombres “brutos” que quieren mejorar las cosas: se arriesgan, enfrentan el status quo y logran dar un paso cualitativo que deja –imposible evitarlo- damnificados, y enemigos, que no perderán oportunidad de vengarse. Ese parece ser el caso del poder judicial colombiano, vengando en el ex director de la Unidad de Información y Análisis Financiero (UIAF), Mario Aranguren, los intentos del presidente de reformar la justicia, empezando por las Alta Cortes. El “delito” que tiene al funcionario en la cárcel, no es otro que el haber investigado, buscando dineros ilícitos, las cuentas bancarias de altos funcionarios del poder judicial, y (dato sin confirmar) haberla entregado al DAS. Como si llegar a esas posiciones los convirtiera en santos, o intocables. Ese es de los primeros privilegios que hay que desmontar: la inmunidad de que gozan los magistrados junto con el cuarto poder y la oposición. El presidente (e) de la CSJ, Jaime Arrubla, dijo ante las cámaras, que no conocía a ningún magistrado que fuera narcotraficante, como si eso bastara. ¡Qué rigurosidad! Así son las cosas. Para evitar problemas lo mejor es pasar agachado; dedicarse a lo rutinario, lo que no moleste a nadie (golpear al caído); o, a lo que se ha vuelto moda en los cargos más encopetados de la nación: aparecer con frecuencia en los medios masivos de comunicación. Eso hace la gente “inteligente” lo dicen los politiqueros que no quieren la continuidad del uribismo. Las denuncias y promesas de hacerlo mejor, son sólo para los que compiten por un alto cargo; una vez logrado, es mejor convertirse en un simple vocero de la institución y no en un reformador, porque puede perder su tiempo, o terminar preso como el ex director de la UIAF. Y si alguien ha modificado el status quo en este país, es Álvaro Uribe. Por eso uno se pregunta qué pasaría con nuestro presidente al dejar el poder. Las presiones para perseguirlo, enjuiciarlo o extraditarlo serán enormes, y me temo que de hacerlo, se sentaría un muy mal precedente hacia el futuro que intimidaría a las FF.AA. y a los nuevos gobernantes, dejando un país a merced de los grupos armados, la politiquería y la corrupción. *Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe myances@msn.com

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