Columna


Gozar

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

20 de marzo de 2010 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

20 de marzo de 2010 12:00 AM

El esfuerzo y el sacrificio han significado progreso. Para alcanzar el descanso y el deleite, es preciso ganárselo. No obstante hay quienes creen posible acceder al bienestar sin hacer nada. Otros, en cambio, se quedan con el trabajo como vicio, deporte y hobby. Son adictos a la dificultad. En los eventos sociales algunos poseídos por la mística del trabajo, no pueden evitar comentarios de un episodio económico. No falta el análisis de experiencias propias y ajenas. Errores cometidos, aciertos y chispazos dignos de admirar. Aquello del maná que cayó del cielo no convence. Si sucedió alguna vez, al día siguiente especularon con la abundancia. Aun cuando esta no ha propiciado tan buenos negocios como la escasez. La estrategia del cavernícola originó un sistema, con aquello de: “Para tener más, otro debe tener menos”. Aún cuando los hechos digan otra cosa, parece que estamos programados para buscar lo que ha de causarnos placer, y evitar lo que nos produce dolor. Desde el amanecer de los tiempos habían encontrado la felicidad en la serenidad anímica muy distinta al placer (Hedoné) en el sentido tradicional. Epicuro ha tenido influencia sustantiva en recomendar el goce y los placeres. Sus reflexiones fueron tan luminosas como criticadas por santurrones que confunden tristeza con elegancia. Pero hay placeres que, dicho en términos familiares, “no compensan”. No son elegibles algunos goces cuando ellos traen una molestia mayor. También hay placeres de carácter secundario, aquellos donde el proceso de eliminación del dolor culmina en un placer. Tiene gran aceptación la teoría en cierto modo optimista que concibe el placer como estado natural de los seres vivos, y el dolor como algo que rompe la armonía del ser. Los franceses la llamaban la “joie de vivre”, clave de una verdadera filosofía del goce. Los gozones ejercemos, pero también reflexionamos sobre el gozo. Rechazamos la irresponsable actitud de vivir un mundo de placeres sin alegría. El placer de tener éxito y aceptación social; el placer sexual; el de comer hasta hartarse; ganar una competencia; la euforia que producen las báquicas jornadas. Hay pasiones que no producen mayor desarrollo y fortaleza, sino, al contrario, una invalidez humana. El placer del hedonismo radical. La satisfacción en la sociedad contemporánea suele producir excitación, pero no alegría. La falta de goce obliga a algunos, a buscar placeres siempre nuevos, cada vez más excitantes, cada vez más peligrosos. El deseo de felicidad y su atenuación para convertirlo en “cultura” no es un hecho de naturaleza exclusivamente biológica o psíquica. Todo lo instintivo tiende al placer, y la tensión que produce una necesidad sólo puede resolverse con su satisfacción, aun cuando otros disfrutan la frugalidad y la continencia. A los costeños, en nuestro país, nos endilgan la feliz condición de tributarios del placer. No entienden que apenas somos alegres, entusiastas y espontáneos. Solamente un psicópata preferiría padecer en vez de disfrutar. En otras regiones asocian la muerte y la violencia con el placer. Hemos llegado entre satisfacciones y abstinencias a eso de matar el tiempo. Nos sentimos estúpidamente felices cuando ha terminado un día más, mientras los incendios del ocaso nos indican que es un día menos. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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