Ni la agorera presencia de Cristina de Kichner pudo impedir el sentimiento que produjo el sepelio de Mercedes Sosa. Cristina, como siempre, parecía ser la madrasta malévola de los cuentos con su andar retrechero y su mirada torva. Mercedes Sosa fue un clarín libertario de armonía. Su voz incomparable, su abnegada solidaridad con los humildes. En el repertorio, nada menos que Yupanqui, Víctor Jara, Violeta Parra y Pablo Neruda. Su mejor interpretación tal vez fue “gracias a la vida”, de Violeta Parra, que ha conmovido tantas almas. Ese hermoso grito de gratitud a la vida es un himno entusiasta que conmueve. Se pregona el valor incalculable de la vida. La salud mental incluye amar la vida y todo lo que ella contiene. Es cierto que todos tenemos momentos amargos. Sin llegar a la exageración del bolero, donde por un minuto de paz y de placer hay 20 de dolor. Pero, por encima de todo, queda la maravillosa experiencia de seguir caminando entre dolores y gozos, sonrisas y lágrimas, sueños y realidades, entre luces y sombras. La felicidad debe incluir necesariamente esperanza en la fuerza de la vida, que es nuestra propia fuerza. Cuando todo parezca amenazante, tenemos que confiar en que la vida saldrá triunfante porque dentro está toda la belleza, el impulso y la poesía que en ella palpita. Convendría que cuando el pesimismo nos mordiera, cuando las nubes de la depresión se pusieran sobre nuestros pensamientos, tuviéramos el valor de abrir los sentidos para admirar una puesta de sol. Oír el trino de los pájaros, respirar el aroma de las flores o dejarse besar por la caricia dulce de la brisa. Hay muchas cosas hermosas en la existencia humana: el amor, la familia, los amigos, el mañana con sus ingenuas posibilidades de mejorar. Las palabras, la magia del ritmo, la sonrisa que conforta. ¿Quién puede impedirnos dar gracias a la vida que nos ha dado tanto? En esa gratitud no cuentan inventarios prosaicos, ni intereses mezquinos. Los sueños y el valor de las pequeñas cosas, que suelen ser tan grandes. La vida para ser hermosa debe compartirse. Pedir amor sin darlo previamente es el camino más corto para no recibirlo jamás. La alegría, como la paz, y la felicidad no se transmiten si no se poseen. Platón afirmó: “El que no está en paz consigo mismo no puede estar en paz con los demás, el que no se quiere a sí mismo no puede querer a los demás”. A don Antonio Machado se le ocurrió que “si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y algo mejor que todo, despertar”. No se puede vivir de recuerdos y nostalgias, hay que mantener la pasión de lo posible. Nuestro mundo sufre una anemia de amor y de ternura. Pero mucha culpa tenemos al reservarnos dos palabras mágicas. Ese “te quiero” que todos necesitamos oír. No nos podemos demorar para expresar los sentimientos. No podemos imitar a quienes viven esclavizados por las cadenas del pesimismo y del pensamiento negativo. Es mejor proyectar alegría, gozo, y solidaridad, que dan ese tono hermoso que la vida posee en su esencia. Hay que dar las gracias. No importa incurrir en cursi sensiblería. Quizás es mejor que celebrar con un pavo como hacen los gringos. En todas partes el arte de vivir consiste en sacar el mayor provecho a los momentos que la vida ofrece. Pero de eso nadie sabe…; *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com
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