Columna


Hasta luego, Luis Ricardo

RODOLFO DE LA VEGA

12 de septiembre de 2009 12:00 AM

RODOLFO DE LA VEGA

12 de septiembre de 2009 12:00 AM

¡Cuánta falta nos hace Luis Ricardo!; si, porque además de sus valores intrínsecos: lealtad, voluntad, desinterés, colaboración, era un magnífico miembro de familia y un amigo a toda prueba. Siempre estaba Luis Ricardo Madrid Del Risco investigando qué eventos interesantes había en la ciudad para comunicarlo a familiares y amigos con la intención generosa de no gozar solo de una representación teatral, de un concierto, una charla cultural que estuviera prevista en una universidad, en el Teatro Heredia (hoy Adolfo Mejía), en el Cavi, o en una de las tantas plazas del “Corralito de Piedra”. Era él un enamorado de la cultura en todas sus manifestaciones: pintura, escultura, literatura, música (popular, brillante y clásica), escenografía, cine, danzas populares, ballet, ópera y, en fin, todo aquello que nos hace vibrar el espíritu. Como miembro íntegro y fiel de una familia distinguida por su conducta intachable, “Luisri”, como le llamábamos familiar y afectuosamente, fue un ciudadano ejemplar; no podía ser de manera distinta. Ricardo Enrique y Rita Dolores (sus padres) desde el momento de su boda marcaron un rumbo inalterable de principios morales. Luis Ricardo, Jairo, Darío y Rodrigo no se han apartado un ápice de la ruta trazada. Mucho antes sus abuelos Don Ricardo y Doña Rita María, Don Luis Mariano y Doña María Josefa, a su vez, habían señalado el camino por donde debían transitar sus hijos y sus nietos. Unos y otros fueron celosos guardianes y fieles intérpretes de las más puras virtudes cristianas. Dentro de ese esquema, llegado el momento de formar hogar, puso sus ojos Luis Ricardo en Martha Jurado Llamas, una mujer que armoniza cabalmente con las virtudes de su propia familia. No se equivocó; ella fue la fiel compañera que lo acompañó amorosamente hasta el último momento. Después de cubrir una larga trayectoria laboral, Luis Ricardo obtuvo una pensión de jubilación de parte del Instituto de los Seguros Sociales. De su diligencia y dedicación puede dar fe su jefe y amigo Don Enrique Vergara. No cruzó por la mente de “Luisri” que jubilación fuera sinónimo de ocio. Entonces dejó escapar con mayor brío su energía, para colaborar en las faenas del hogar y buscar entradas ocasionales como comisiones en finca raíz, distribución de obras literarias de sus amigos y escudriñar en archivos y bibliotecas información que pudiera ser útil. De esto soy testigo de excepción. Además de disfrutar de los actos culturales y de “rebuscarse” con comisiones para mejorar el peculio familiar, Luis Ricardo era un afiebrado aficionado a los automóviles antiguos. Él los clasificaba en categorías: los primeros que aparecieron a finales del siglo XVIII y los que se fabricaron durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX. Esta afición le atrajo nuevas amistades dentro y fuera de Colombia. Aquí compartía su entusiasmo con el Dr. Alonso Juan Torres, propietario de unos bellos ejemplares. Al hacer este breve recuento del gran amigo, deseo llevar una voz de consuelo a Ricardo Enrique, a Martha y a sus hermanos Carmen, Jairo, Darío y Rodrigo. Con seguridad que, a esas alturas, estará Luis Ricardo proponiendo a San Pedro dar un paseo en un Ford T de 1920, o en un Benz de 1885. *Asesor Portuario fhurtado@sprc.com.co

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