Columna


Hombres trabajando

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

11 de septiembre de 2010 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

11 de septiembre de 2010 12:00 AM

Quienes adelantaban una obra, privada o pública, se ufanaban de su realización mediante un aviso en el sitio. Las construcciones daban prestigio a la firma correspondiente. Se medía éxito y confianza con esas rusticas tablillas de presentación y reconocimiento. Así se identificaba con certeza al responsable de cada obra. En el sector público la opinión conocía quiénes cumplían sus compromisos y quién no. Hoy en día se realizan obras que mucho significan para el cabal desenvolvimiento ciudadano, sin que el común de la gente se entere del nombre de los encargados de su construcción. Quizás hay algo de esa deshumanización que caracteriza estos tiempos. Para poder competir en proyectos de gran dimensión, muchos se asocian para llenar exigencias mínimas establecidas en un estatuto. Ahora abundan proponentes con nombres enigmáticos: consorcio, unión temporal, etc. Pese a que están delimitados a cabalidad sus compromisos y responsabilidades en un contrato oficial, la opinión pública, que es la interventora por excelencia, no se entera de detalle tan importante. Las uniones temporales y consorcios facilitan la participación de pequeñas y medianas empresas de ingeniería en obras de cuantía y señalada importancia. Hemos visto el éxito de contratistas aún cuando resulta difícil explicarse sus buenos resultados, porque muchas veces observamos paralizadas sus maquinarias y equipos en la obra. Para no hablar de la cuadrilla de trabajadores que casi siempre está descansando. Cuando hay ese desperdicio de tiempo pensamos en el impacto negativo que causa. No obstante las obras públicas parecen dar importantes resultados económicos al contratista. Las cuadrillas no se alteran cuando nos toca pasar a su alrededor. Quien sí despliega una gran actividad, orgulloso de su efímera autoridad para dirigir el tránsito, es un personaje armado de una raqueta con un lado que dice “pare”, y del otro “siga”. Pero recibe soles y aguaceros así como feroces insultos de conductores intemperantes. Lo peor del asunto ha sido el aviso que decía: “Hombres trabajando”, ya que era lo contrario a lo que sucedía. Ahora ese aviso ha desaparecido, porque algunos guasones no perdían la ocasión de hacerlos rabiar gritándoles. “Ni son hombres, ni trabajan”, lo que ocasionaba su reacción y los más duros epítetos a las madres de quienes se atrevían a molestarles. Así lo hacíamos muchachos de otra época con cocheros irascibles al decirles: “Prende el radio”. Todavía suenan otras corridas de madre y carcajadas. Cuánta necedad molestar a quien está ganándose la vida. Otra cosa que sorprende son los comentarios sobre cualquier licitación. Los perdedores en la adjudicación suelen refunfuñar advirtiendo que con esos precios tan bajos el ganador perderá plata. Algún envidioso con perversidad argumentaba que no tiene importancia el precio pactado, ya que esa desventajosa situación se compensaría en las obras adicionales y reajustes. Tal vez tienen razón, porque con obreros que poco hacen, equipos que trabajan a “media marcha” y precios bajos, la cosa parece difícil para quienes incursionan en asunto tan importante de la economía, como es la contratación con el Estado. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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