Columna


Ideología y química

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

12 de diciembre de 2009 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

12 de diciembre de 2009 12:00 AM

La prensa y las revistas nos sorprenden a diario con descubrimientos que asombran. Es innegable el avance de estudios, experimentos y programas de investigación que hacen notables aportes al futuro de la humanidad. Parecen vainas de ciencia ficción. Traen extravagantes noticias sobre las milagrosas repercusiones del vino, el tamarindo y cualquier otra cosa en la salud y bienestar. Por eso no nos atrevemos a rechazar la última teoría que esbozan otros mamadores de gallo, cuando afirman que, ser de derecha o de izquierda, progresista o reaccionario, es en el fondo un problema de química. Como si la ideología del individuo no estuviera en los órganos situados en la zona más profunda de la mollera. Allí cerca a los centros vitales de la risa y del llanto, fluyen sustancias químicas que determinan la orientación del pensamiento y la conducta. Los jóvenes quieren cambiar el mundo y algunos sueñan con hacer la revolución. Eso significa que los aminoácidos y endorfinas, nutren una fibra donde se asienta la protesta, para crear una reacción de rechazo a lo establecido o de inconformidad con el equilibrio. En cambio, a medida que uno envejece, por lo general, dizque se vuelve de ultra derecha. Aún cuando eso sea, más que todo, un proceso esclerótico. La glándula de la ideología, como cualquier otro vaso o arteria, con el tiempo se endurece, deja de recibir antioxidantes y mononitratos. En las paredes se va fijando el hollín de la existencia y su propietario comienza a verlo todo negro: una emboscada en cada esquina. Desconfianzas y peligros. Aumentan las visiones pesimistas. El egoísmo posee a unos, mientras a otros todo les importa un soberano…; No obstante, existen tantos jóvenes cavernícolas, como ancianos que todavía confían en la dictadura del proletariado como solución. Son excepciones de la bioquímica, pero de esa enfermedad, quizás la gente se podrá curar en poco tiempo con un brebaje científico. Ahora todo es química. La depresión es falta de una sustancia, la euforia corresponde a la abundancia de otra. La venta de esta última en milagrosas pastillas es, además de ilegal, nociva a la salud. Por ello, a la euforia hay que buscarla con el viejo sistema: buena compañía, grandes dosis de alegría, buen humor y algo de música. Hoy es posible fabricar pastillas que ayuden a creer en Dios, o en los programas de malos candidatos. Ciertas grageas que te convierten en un amante del caos o en ponderado reformista. Hay otras cápsulas para seguir soportando guerrillos y paracos. Pero si esto no funciona estará el quirófano. El cirujano te abre la “unidad sellada” con un escoplo y a través de la masa cerebral, va en busca de la ideología que gravita sobre un lecho de nervios, y otros órganos de palpitante materia orgánica. Con un leve toque de pinzas puede adaptar tus creencias a tus intereses, también hacer un arreglo estético para acoplarlas a la moda. Ese afán de tenerlas más aerodinámicas, sofisticadas y elegantes. Entonces te despiertas al final de la anestesia y obtienes para siempre la visión de un buen socialista del siglo 21. Con capacidad para aguantar largos discursos, un catálogo de intolerancia, postulados de sospechosa fraternidad binacional, y todos los insultos. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS